Sara Corenstein Woldenberg nació en Monterrey, México en 1950.
Estudió Historia del Arte y del Teatro en la Universidad Hebrea de Jerusalén y ha vivido y trabajado en distintos medios artísticos en la Ciudad de México y la ciudad de Oaxaca.
Ha tenido 11 exposiciones sola y ha participado en 26 explosiones grupales. Se encuentra en Madrid por la exposición Enraizadas junto con Yosi Anaya en el Instituto Cultural de México.
A: Cuéntanos un poco sobre tus orígenes y tus estudios en Jerusalén.
S: Nací en Monterrey, pero de muy chica nos fuimos a vivir a Brownsville. Texas, por 5 años y de ahí a la ciudad de México. Estudié en el Nuevo Colegio Israelita, que era el más liberal en esa época. Ya no existe ese colegio, era el único colegio bundista en México, o sea que no era sionista. Estudiábamos yidish y hebreo.
A los 10 años de edad empecé a estudiar pintura. Asistía a clases de pintura con el maestro español José Enrique Rebolledo. Ahí es donde empecé a sentir más segura, no como en la casa más tranquila. Entonces me empecé a involucrar más, no nada más con la pintura. Me invitaba a sentarme con las señoras los miércoles en las pláticas sobre las vidas de diferentes artistas, y todo eso me influyó mucho. Con 18 años decidí ir a estudiar a Israel, a la Universidad Hebrea de Jerusalén, a estudiar historia del arte e historia del teatro, además de estudios latinoamericanos. Tuve la oportunidad de leer muchos libros, cosa que me ha ayudado mucho.
Después de los estudios regresé a México. En el Museo de Arte Moderno vi un tapiz monumental de Josep Grau-Garriga y me quedé muy impresionada. Me gustó mucho esa sensación de algo tan imponente, tan fuerte. El textil me daba esa sensación entre la belleza y lo rústico. Él se permitía dejar algunas partes sin terminar, pues lo importante no era la perfección sino la impresión, era algo expresionista.
Comencé en unas clases de textil y desde entonces no he parado. Mi primera maestra se llamaba Helga Freuds y empezamos desde lo más básico, con un bastidor de madera, chiquito.
A: A lo largo de los años has trabajado con muchas técnicas artísticas.
S: Sí, he trabajado en muchos campos, pintura, dibujo, collage, uno se enriquece con el otro y siempre hay que seguir experimentando. Así me expreso de diferentes maneras, a veces a nivel político o simplemente me divierto al hacerlo, aunque la obra no tenga mucho sentido. A veces sí surgen temas de protesta.
Siempre me gusta reinventar la obra, una misma obra vuelve a ser otra más grande y otra más grande o de papel a tela. Le veía múltiples posibilidades a una misma obra. Imprimía algo en grande y decía: ahora en tela, ahora la puedo bordar, lo puedo pintar también.
Las telas grandes siempre me han gustado mucho por esa libertad que me dan, las puedo pintar, las puedo bordar, puedo hacer mil intervenciones. Los collages, por ejemplo, los mandé a amplificar y ya pude hacer un textil.
Otra cosa es que yo escribía en mis cuadernos los sueños, y luego empecé a cortarlos y usarlos en un arte-objeto como la mesa y silla que están en la exposición en Madrid. Siempre me interesó mucho la sorpresa, si a mí no me sorprende la obra, menos sorprenderá a la gente. Eso de hacer algo bonito a mí no me interesaba. Yo quería hacer algo fuerte, grande y raro, que sorprenda. Por eso hice una obra con negativos cosidos con los agujeritos. Otra obra grande de 6 metros con empaques de medicamentos cosidos a mano. Siempre quiero explorar lo visual y lo táctico, me atrae más tocar y sentir las texturas. Poco a poco la mente lo va asimilando, vas haciendo asociaciones libres y de repente, ya te pones a crear, porque en algún momento hay que hacerlo.
A: En estos días se puede ver tu exposición Enraizadas en Madrid. ¿Qué podemos ver ahí?
S: Es una mezcla de algunas cosas de hace años de diferentes técnicas, diferentes tipos de obras, siguen siendo vigentes.
Todo el proceso curatorial fue hecho por Yosi Anaya, que además de ser amiga, es la otra artista que está en esta exposición y María Ortega. La exposición es un diálogo, Yosi habla desde el exterior, su entorno exterior y la naturaleza, y yo, desde mi interior, que es autobiográfico. Son obras que tienen un hilo común. Al principio ni yo entendía por qué habían seleccionado esas obras y al final entendí la importancia del trabajo de la curadora. El artista no siempre sabe qué hizo, ni por qué. Lo mío es de mi vida privada: mis amistades, mi casa, mis cuadernos, mi entorno, mi microcosmos.
La obra de los negativos, es una forma de casi casi de tejer todo mi mundo ahí. Son negativos de la familia, de amigos, de mi obra de arte. También trabajo con lo que se llama escritura automática, lo hacían mucho los dadaístas, los del teatro absurdo, los surrealistas. Hice una obra en una tela enorme, y a la gente le gustó mucho, lo cual me llamó la atención, para ser franca, porque para mí era una tela con las palabras para un lado y para el otro y para abajo y para arriba. Fue muy lindo porque es como volverme a descubrir y es muy importante estar seguro de la creación.
A: En la exposición Enraizadas justamente está esta conexión de Texto y Textil, que también tienen la misma raíz. Así como tú tienes raíces judías, mexicanas y usas el español y el hebreo también.
S: Sí, es una conexión fuerte. Una vez diseñé unas cajitas de madera y las mandé a hacer, y sobre ellas escribía yo con pincel, como el estilo japonés, palabras en hebreo. Palabras con connotaciones positivas como abundancia, alegría, fiesta, salud, mar, río, nubes, viento, lluvia. Tardaba por lo menos unas 4 horas, porque soy muy obsesiva. En algunos momentos puedo ser muy desordenada, pero para la obra de arte es diferente. Pensé que tenía que ser muy chiquitita la letra para que sea algo diferente, más estético. Dentro de la cajita ponía un papel con la traducción al español y la fonética.
A: ¿En qué estás trabajando ahora?
S: Estoy trabajando en varias cosas, el más presente se llama Parque México, que es también parte de mi entorno, en donde yo vivo en la Ciudad de México, y este parque se ha vuelto icónico, vienen de todas las colonias para pasear en él. Otra cosa que me gusta mucho es la fotografía y tengo muchas fotografías que también quiero presentar. Tengo una serie de fotografías tomadas en el parque que cuando las mandé a imprimir sucedió algo muy curioso, se duplicaron. Las imprimieron en una tela grande y cada foto, como se duplicaba, no sé por qué sucedió eso. Entonces las corté, cada foto y eso me recordó a la prueba de Rorschach, y le eché pintura dorada, que sé que es algo que generalmente atrae mucho a la gente. No tenía claro lo que estaba haciendo, pero algo me atraía, me llamaba.
También hice unos collages de protesta. Mandé hacer tres impresiones en grande, de dos metros. Es una sensación muy especial de poder experimentar tu obra, es como mirarla con una lupa: vas descubriendo diferentes posibilidades, cambia mucho una obra chiquita a una obra monumental.