Antisemitismo: el eterno retorno de la cuestión judía
Alejandro Baer es sociólogo, especialista en estudios de memoria, violencia y estudios judíos contemporáneos. Ha sido profesor en la Universidad Complutense, la Universität Bayreuth y la Ludwig Maximilian Universtät de Múnich. Entre 2012 y 2022 fue catedrático de Sociología y director del Center for Holocaust and Genocide Studies en la Universidad de Minnesota. Es autor de los libros Holocausto. Recuerdo y representación (Losada, 2006), El testimonio audiovisual. Imagen y memoria del Holocausto (CIS, 2005) y Memory and Forgetting in the post-Holocaust Era. The ethics of never again (en coautoría con Natan Sznaider) (Routledge, 2017). En la actualidad es investigador científico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el Instituto de Lengua, Literatura y Antropología.
Hace pocos meses salió a la luz su último libro titulado Antisemitismo: el eterno retorno de la cuestión judía, publicado por Catarata. Entrevistamos a Alejandro para conocer mejor su libro y la actualidad sobre el creciente antisemitismo en Europa y en concreto en España.
El judío ha simbolizado, en cada época, aquello que la sociedad necesitaba rechazar, lo que consideraba negativo y dañino.
¿Por qué decimos antisemitismo y no antijudaísmo?
Se suele distinguir entre antijudaísmo, que supone un ataque a la religión judía, y antisemitismo, que es un término y un fenómeno moderno.
Curiosamente, la palabra la introdujo un antisemita, el alemán Wilhelm Marr, quien fundó la “Liga antisemita” a finales del siglo XIX. Ese término es el que se quedó y el que utilizamos para definir la estigmatización, la hostilidad y la discriminación contra los judíos. Mientras que el antijudaísmo surge con la consolidación del cristianismo y cumplirá una función de legitimación de esta religión (el judaísmo superado por el cristianismo), el antisemitismo propiamente surge en un contexto de progresiva secularización y en el cual los judíos ya están emancipados, tienen igualdad de derechos y en muchos casos están totalmente asimilados.
Y precisamente eso crea el rechazo y el resentimiento. Ahí es donde surgen las teorías de la conspiración y la idea de que los judíos son un poder oculto que mueve los hilos del mundo. Pero hay continuidades entre el antijudaísmo y el antisemitismo moderno. El judío ha simbolizado, en cada época, aquello que la sociedad necesitaba rechazar, lo que consideraba negativo y dañino. En la sociedad cristiana medieval, los judíos eran el pueblo deicida y resulta difícil imaginar una identidad atribuida más siniestra. En la Europa de la Ilustración, los judíos eran vistos como un reducto tribal que debía ser superado. En la era del nacionalismo, como cosmopolitas —hoy diríamos “globalistas”— que amenazaban la cohesión de las naciones.
¿Cuál es la diferencia entre el antisemitismo y otros tipos de racismo?
El antisemitismo, frente a otras actitudes o prejuicios contra minorías, se caracteriza casi siempre por su carácter abstracto y desvinculado de relaciones intergrupales reales. España es un caso ilustrativo: la historia de hostilidad antijudía continuó sumando capítulos mucho más allá de la expulsión de 1492. Por otro lado, al judío no solo se le atribuye diferencia o inferioridad, como sucede con el prejuicio racista. El elemento distintivo es que se le imputa maldad y poder.
Incluso el antisemitismo de base racista, como el de los nazis, no es equiparable al racismo clásico que encontramos en el colonialismo europeo. Los nazis consideraban al judío una raza inferior (a la germana), pero a la vez eran la “antiraza”, es decir, lo opuesto al alemán, y les atribuían un poder descomunal y la capacidad de someter y destruir a las sociedades en las cuales vivían.
Ya se han escrito muchos libros sobre antisemitismo. ¿Qué te motivó a escribir este? ¿Qué te parecía que faltaba en la literatura en castellano?
Yo echaba en falta un libro que recogiera el antisemitismo en sus diferentes manifestaciones históricas, que fuera breve, accesible y, por último, que estuviera escrito desde el presente. Me propuse hacer un recorrido, con una mirada hacia atrás sobre el antisemitismo, fundamentalmente para dar las herramientas, las claves, para poder identificar sus manifestaciones contemporáneas.
Israel, y solo Israel, se ha convertido en el Estado que encarna las peores injusticias, opresiones y crímenes de nuestro mundo. Esto, obviamente, no significa que Israel no sea merecedor de críticas. Pero hay que preguntarse por qué de todas las violencias de Estado, ninguna provoca la indignación moral que suscita Israel.
¿Está dirigido a un lector español?
Sí, porque este es un país en el que tenemos un antisemitismo que nunca ha sido enfrentado de forma proactiva por las instituciones, los medios o la educación. Se trata de un antisemitismo negado porque no se reconoce como tal. Creo que hace falta que cada uno, desde su campo de actuación, haga un esfuerzo por visibilizar y combatir el antisemitismo en España, y mi libro pretende contribuir a esta tarea.
¿Qué tiene de particular el antisemitismo en España?
Yo diría que su cotidianeidad. No la discriminación, pero sí la normalidad del prejuicio y el estereotipo. He vivido también en Alemania y en Estados Unidos, y en ambos países la investigación y el debate público sobre el antisemitismo están muy presentes. En Alemania la memoria del Holocausto ha hecho que la lucha contra el antisemitismo sea parte de la cultura política.
De hecho, el Holocausto levantó barreras de contención frente a las formas más explícitas de antisemitismo en muchos países de Europa occidental. Aquí no. En la España de posguerra mundial se siguió propagando un antijudaísmo tradicional y castizo en iglesias y escuelas, y luego nuestro modelo de transición también dejó este tema bajo la alfombra.
Como consecuencia, el sustrato cultural del antisemitismo español quedó prácticamente intacto. No hubo una reflexión crítica sobre esta parte de nuestro pasado. El antisemitismo se ha seguido reproduciendo y, especialmente hoy en día, con la importancia que ha cobrado el conflicto de Israel/Palestina, se propaga, como escribo en el libro, sin filtro ni freno. No existen los resortes, las defensas, para identificarlo y combatirlo, y eso es preocupante.
¿Te has topado con el antisemitismo en las universidades cara a cara?
El discurso antisionista ya estaba muy arraigado en las universidades antes del 7 de octubre. Quizás lo que ocurre después del 7 de octubre es que los argumentos y consignas del antisionismo salen a la calle y se vuelven “mainstream”. Hay un problema que tiene que ver con una mirada sobre el conflicto muy influída por el antiimperialismo y el anticolonialismo. Son marcos de interpretación que surgen en el contexto de la Guerra Fría en la Unión Soviética, pero que ahora retoma la izquierda identitaria que ha reducido un conflicto largo y complejo a una historia de buenos y malos, de población indígena palestina y brutales colonizadores sionistas.
El antisionismo puede o no estar motivado por sentimientos antisemitas, pero no es lo más relevante. Sí lo es que supone la deslegitimación definitiva del Estado de Israel. El antisionismo sostiene que la creación de Israel fue un error histórico y que debe desaparecer. Y ese relato, además, reproduce el esquema mencionado que ve en el judío, en este caso, en el Estado judío, el epítome de los males de la sociedad en la que vivimos. De nuevo, estamos ante el reverso tenebroso.
Israel, y solo Israel, se ha convertido en el Estado que encarna las peores injusticias, opresiones y crímenes de nuestro mundo. Esto, obviamente, no significa que Israel no sea merecedor de críticas. Pero hay que preguntarse por qué de todas las violencias de Estado, ninguna provoca la indignación moral que suscita Israel.
Hoy en España una cuarta parte de los jóvenes entre 18 y 28 años ve preferible en determinadas circunstancias un régimen autoritario,
¿Por qué crees que ha ganado terreno ese relato?
Creo que hay varias razones. Si amplios sectores de la sociedad se han insensibilizado ante las formas actuales del antisemitismo, es porque la historia y la memoria judía han dejado de tener validez. La relevancia que tenía el Holocausto como articulador de nuestro sistema de valores en Occidente se está erosionando.
Para los jóvenes es la prehistoria. Y también hay un propósito deliberado de abolir este legado moral y político. El Holocausto, en el mejor de los casos, es hoy una tragedia como muchas otras y, en el peor, un crimen que actualmente los israelíes replican contra los palestinos. Eso genera ese clima en el que el antisemitismo, la hostilidad hacia los judíos, ya no está mal visto. Por ejemplo, leí hace poco en un comentario de un lector en un diario español que hoy ser antisemita era estar del lado de los derechos humanos.
¿Qué papel tienen los medios de comunicación?
Es enorme porque se trata de un conflicto que está más presente en los medios que cualquier otro, y las audiencias están expuestas día tras día a la violencia de una guerra asimétrica. Ese es el contexto en el que estos estados de opinión fructifican. Es un proceso que se remonta al colapso del proceso de paz y la segunda Intifada Palestina en la década de 2000, pero en definitiva ha permitido que aquellos que siempre han sostenido el discurso anti-Israel logren extender sus lemas y mensajes mucho más allá del círculo en el que antes circulaban (la extrema izquierda y parte de la ultraderecha).
Sin duda hoy mucha gente corea “Palestina vencerá” o “del río al mar” sin saber muy bien qué significa eso. Pero dada la agenda de quienes hacen circular ese discurso y las alianzas con organizaciones y estados que promueven la destrucción de Israel o justifican el terrorismo antisemita, estamos en un terreno potencialmente muy peligroso para Israel y para las comunidades judías del mundo.
¿Qué podemos hacer? ¿Cómo ves el futuro cercano?
Tenemos que combatir el antisemitismo en todos los frentes: mediático, educativo, institucional, académico, etc. Pero también tenemos que ser capaces de reflexionar y hacer un análisis sin dejar que el problema del antisemitismo nos nuble la vista. El recuerdo de la Segunda Guerra Mundial y sus causas van quedando en el olvido. En Europa vemos una tendencia hacia la extrema derecha y la extrema izquierda que no nos imaginábamos hace apenas dos décadas.
Hoy en España una cuarta parte de los jóvenes entre 18 y 28 años ve preferible en determinadas circunstancias un régimen autoritario, esto es muy grave. Se van erosionando las virtudes democráticas de la sociedad abierta (la verdad, el matiz, la complejidad, el consenso, el diálogo…) y esto ha dado paso a la polarización extrema y a los discursos de odio. Al antisemitismo, pero también a la xenofobia y el racismo en nuestras sociedades. En este contexto se están dando alianzas que tampoco hubiéramos jamás imaginado, por ejemplo, que parte de la extrema derecha nacionalista abrace la causa de Israel. Pero aquí tenemos que preguntarnos qué consecuencias tiene eso. ¿Qué funcionalidad tiene para esos partidos? ¿Y en qué posición quedamos nosotros, las comunidades de la diáspora, al ser abrazados por quienes, a su vez, incitan al odio contra otras minorías? En el libro lo llamo “el abrazo del oso”.
Tampoco la sociedad israelí es la misma que hace 20 años.
Sí, la polarización política y la radicalización en Israel son un signo de los tiempos, aunque la situación allá también responde a la dinámica del conflicto, al impacto del 7 de octubre y a la falta de perspectiva alguna de un acuerdo de paz. Han ganado terreno el ultranacionalismo y el mesianismo religioso que rechazamos la mayoría de los judíos de la diáspora. Esto lleva, y lo vemos en las comunidades grandes como en EE. UU., a divisiones profundas con respecto a Israel. No podemos defender lo indefendible, pero tampoco podemos abandonar a Israel. El gobierno actual nos tira constantemente bajo un tren con sus actuaciones y declaraciones intolerables.
Me refiero a las llamadas a la limpieza étnica en Gaza de algunos ministros o a la impunidad que se otorga a colonos extremistas en Cisjordania. Ese es el debate interno más importante que tenemos que llevar a cabo ahora, pero no es fácil tener estas conversaciones en plena cresta de la ola antisemita. Quizás tengamos que volver a usar la manida frase de Ben Gurión sobre el Libro Blanco. Algo así como luchar contra el antisemitismo como si no existiera una deriva autoritaria en Israel e implicarnos críticamente con lo que ocurre en Israel como si no existiera el antisemitismo en nuestras sociedades. No tengo la respuesta, pero sé que tenemos que hablar de esto.





