Maayan Erez es terapeuta en acupuntura, profesora de pilates y bailarina. Nació en Israel en un moshav en el centro del país y la vida la ha llevado a Madrid, donde vive desde hace 22 años. El regreso del antisemitismo a las calles de Madrid la ha empujado a retomar su proyecto “Shalom, me llamo Esther”, con el cual espera llegar al público joven, contando la historia de una niña que sobrevive la Shoá
¿Cómo era el inicio de tu camino en la danza?
Yo crecí en los bellos años 70 y 80 en Israel, y desde los 4 años de edad he bailado, el mundo de la danza siempre me ha atraído. Tras el bachillerato y el servicio militar comencé a trabajar y fui admitida a estudios de danza en la Academia de Danza de Jerusalén, pero conocí en una boda a Frederic, quien se convertirá en mi marido, y me fui con él a vivir en París. Ahí estuvimos un tiempo y me propuso matrimonio, a los cual respondí: sí, pero no aquí… no estaba a gusto viviendo en París. Así que nos mudamos a Israel, me inscribí en la carrera de derecho, pero la danza no me dejaba, a veces saltaba a las clases de la universidad para ir a clases de ballet. Me admitieron en la Joven Compañía de Danza Kibutzit, y ya pude abandonar los estudios de derecho. Ahí baile un tiempo hasta quedarme embarazada con mi hijo mayor, Daniel. Mi marido trabajaba mucho en Madrid, así que decidimos mudarnos para estar los 3 en familia y aquí seguimos, tras 22 años
¿Cómo te adaptaste a la vida madrileña?
Al principio era madre de tiempo completo, nació nuestro segundo hijo, Gael, y luego me formé como profesora de pilates y empecé a trabajar en eso. Un día se enfermó Gael y me despidieron por no haber podido llegar al trabajo, a pesar de que les avisaba para que busquen a un sustituto, así que ya no quise trabajar para otros y comencé a dar clases particulares a domicilio. Y a partir de ese momento volví tanto al pilates como a la danza, tomaba clases y creaba mis propias coreografías. Así logré llevar a cabo algunos proyectos como coreógrafa y bailarina.
El proyecto que acabas de presentar en Centro Sefarad Israel tiene que ver con la Shoá ¿conocías historias de supervivencia de tu familia?
MSí, mi abuelo paterno nació en 1920, la familia era polaca, pero vivían en Berlín, de donde mi abuelo se escapó junto a su hermano con Aliyat Hanoar en 1936 y así llegó a Jerusalén. El resto de su familia volvió a Polonia y fue asesinada en la Shoá, en 1942 . Mi abuelo materno era de Kosice, Eslovaquia, de una familia ultra-ortodoxa, y con 12 años fue enviado a Jerusalén a estudiar para su Bar Mitzvá, y gradualmente se acercó al sionismo y ahí se quedó. Toda su familia fue deportada a Auschwitz, incluyendo mi bisabuela y mi tía abuela, Esther. Mi mamá siempre me contaba que mi abuela comentaba sobre la tía Esther, que le encantaba bailar, me decía que se la recordaba, y mi mamá ni la conoció, pues nació ya después de la guerra, sólo de lo que había escuchado.
Yo, al ser de un moshav, nunca tuve mucha conexión religiosa con el judaísmo, lo que sí se decía mucho en mi casa era “y amarás al prójimo como a ti mismo”, fue muy importante el tema de ayudar al otro. Al migrar a España, pude acercarme al judaísmo bajo mis propios términos e intereses, sin presión social y sin ser juzgada. Mi camino me llevó a la Kabalá y al judaísmo espiritual
¿En qué momento aparece la historia de Esther?
La combinación de la historia de la Shoá y mi interés en las letras me dio la idea de la historia de la niña Esther que sobrevive a la Shoá con ayuda de las letras. Hace 10 años conocí a creamos esta obra junto con otros amigos del mundo del teatro. Ahora participa también mi hijo, Daniel Shay. Hemos presentado la obra en ese entonces, pero por varias circunstancias se detuvo.
¿Y qué sucedió ahora para retomar el proyecto?
El año pasado mi hijo dio un concierto en el restaurante KATZ en Madrid, como parte de una semana cultural que organizan en diciembre. Estando ahí, llegó la policía, y el dueño nos contó que toda la semana estaba llegando la policía. Cada día les decían otros pretextos y los trataron de una forma irrespetuosa.
Este incidente me hizo darme cuenta de la importancia de sacar estas historias a la luz, llegar a los adolescentes, ahora más que nunca. Aunque ahora me dedico más a la acupuntura y al pilates ya no tanto a la danza y al teatro, algo en mí gritaba, esa sensación fuerte de que hay que hacer algo. Sé que tengo en manos una herramienta y la tengo que utilizar y hemos actualizado el texto al post 7 de octubre.
¿Cuál es la historia de Esther?
La obra empieza en Shavuot 2024, vemos a una señora de más de 80 años. Su nieto le llama para decirle que no puede venir porque hay un evento por los secuestrados en el que tiene que participar. La mujer se entristece y escapa a los recuerdos. Pasamos a París en el año 1938, vemos a la niña Esther, es Shavuot y no se puede dormir porque está lloviendo muy fuerte. Va al salón y ve a su abuelo con un libro. Le cuenta que está leyendo sobre la creación del mundo: “cuando dios creó el mundo, utilizó letras, cada letra tiene una energía distinta, y cuando vayas a necesitarlas, llámales y aparecerán a tu lado”.
La historia sigue con Esther huyendo para llegar a la parte libre de Francia y me he basado también en el testimonio de la tía de mi marido que se salvó por ser escondida en un monasterio. Bueno, no les voy a contar toda la historia, pero en algún momento, en un escondite, van a aparecer las letras.
Acaban de presentar la lectura dramatizada en Centro Sefarad Israel. ¿Para qué público está enfocada la obra?
Nuestro objetivo es llegar al público joven, llegar a los institutos, así que hemos invitado gente de escuelas, de asociaciones que se ocupan de obras didácticas y otras instituciones. Fue emocionante para mí estar de nuevo en un escenario, bailando y en algunos momentos me identificaba mucho con Esther.
¿Cómo vives en Madrid como israelí tras el 7 de octubre?
Sí que recibimos una bofetada de realidad. De nuevo tenemos que recordar que todo es temporal, nada es seguro. Yo era muy idealista y siento que he perdido algo de mi inocencia. Y sí, tengo preocupaciones sobre el futuro, sobre todo lo pienso como madre. En comparación con la época en la cual crecí, aunque tenía sus problemas, ahora siento que el mundo en general está atravesando una crisis peligrosa. Es una especie de tercera guerra mundial, sólo que aún no le han dado ese título. Sólo espero que los secuestrados que aún siguen en Gaza vuelven a su casa cuanto ante.





