“Feliz es el corazón que busca a Dios”
Todas las mañanas, cuando a través de nuestras plegarias dirigimos nuestras oraciones a Dios, entonamos las palabras de los Salmos que invitan a la búsqueda. No necesariamente a las respuestas. Por naturaleza el Ser Humano se inclina a la curiosidad, el aprendizaje es una consecuencia de la curiosidad, el entendimiento es una manifestación de curiosidad. Es esta curiosidad que formula preguntas motivadas por la sed de ampliar nuestros horizontes la que nos impulsa a una actitud dinámica en lugar de anquilosarnos en lo ya conocido y evaluado. La búsqueda permanente, incluso aquella que propone riesgos nos impide atornillarnos a la comodidad de lo ya conocido.
La misma fuerza interior que nos conduce a estos impulsos es la que desarrolla esta pasión por la búsqueda de Dios, la intrigante pregunta del Por Qué, sin respuestas conciliadas. Feliz es el corazón que busca a Dios, no necesariamente el que encuentra a Dios. A través de los siglos, innumerables han sido las explicaciones ofrecidas por el fracaso de Abraham a discutir con Dios en el Monte Moriah. Tal vez él sabía que era sólo una prueba. Tal vez él era un fanático, cuyo amor de Dios había sustituido todos los lazos familiares.
Tal vez aún estaba resentido por Ismael y por lo tanto el sacrificio de Isaac no era tan difícil para él. Tal vez Abraham era un real Caballero de Fe, como lo describe Soren Kierkegaard. Tal vez se había convertido en un desanimado por todas las pruebas a las que Dios lo había expuesto. Tal vez había llegado a creer que estaba discutiendo con Dios en un inútil intercambio, que lo mejor que hombre que podía hacer era aprender lo que Dios tenía planeado y en este caso, no quería saber cual era el plan de Divino. Tal vez sintió que la discusión en nombre de los demás era parte de nuestra obligación de buscar la justicia, pero argumentando que en su propio nombre era egoísta. Tal vez comprendió que Dios, en todas las épocas, nos pide demostrar nuestra fe, renunciando a lo que es más importante para nosotros. Tal vez…
Si bien la noción de discutir con Dios puede parecerle a algunos como escandaloso o blasfemo, está profundamente arraigado en nuestras escrituras tanto en la Tanaj como en el Nuevo Testamento cristiano. Los salmos, ejemplos de manifestaciones emocionales de autores que han reaccionado con verbalizaciones de angustia, anhelos, agradecimiento, pedidos, deseos, demandas y enojos, nos permiten ilustrar las emociones internas y legalizan nuestra relación Humana-Divina sin coagular el flujo del diálogo en la búsqueda eterna.
Los lamentos de Moisés, Sara, Rebeca, Rajel, Jana, Jeremías, Amos y Hoshea pertenecen a esta tradición, que tiene profundas implicaciones para la forma en que entendemos el carácter de Dios y la naturaleza de Su relación con Dios. La tradición del lamento se levanta de la angustia experimentada cuando los deseos y demandas de la fe entran en contacto directo de conflicto con la realidad del sufrimiento humano. Aquí está la oración que hace caso omiso de toda pretensión y la cortesía de emitir una protesta audaz que apela a Dios para alterar una situación. Mezclada con el lenguaje de las expectativas, esta tradición tormenta las puertas del cielo en busca de el Dios que prometió ser un Dios de compasión y apoyo emocional.
“Y creó Dios al hombre a imagen de Dios, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó. Y bendijo Dios ellos, y les dijo Dios: “Sed fecundos y multiplicaos y poblad la tierra” (Génesis 1: 27-28) Si tener hijos es una bendición (“Y los bendijo Dios”), ¿es la ausencia de hijos una maldición? …
Una paciente se me acercó para confesarme que ella estaba segura que sus problemas de infertilidad tenían como etiología su falta de observancia religiosa. Absorta ante la descripción de su barrera mental que implicaba obstrucción de sus trompas de Falopio y la carga energética que amedrentaba su incapacidad de discernimiento fisiológico, la invite a desarrollar un pensamiento de búsquedas hacia las percepciones de la definición de Religiosidad. Identificándose en el marco de la religión Judía, ella me planteó que no cumplía con las reglas del Shabbat y Kashrut y que estaba segura de que su incapacidad de concebir un hijo/a era una manifestación del enojo de Dios.
Hay un enfoque conceptual de la sociedad de los eventos de la vida y el curso de sus desarrollos: Nacer, crecer, estudiar, trabajar, casarse, tener hijos, que nuestros hijos se casen y continúen con este ciclo previsto por la sociedad. En cierto sentido, cuando alguien no cumple con los “requisitos” que la sociedad “demanda” se interpreta esta situación como un fracaso. Con frecuencia sucede que los eventos no se desarrollan de la manera en que los hemos programado. Con frecuencia elegimos un camino que no es el tradicionalmente esperado o condicionado por la sociedad.
¿Cómo enfrentamos en la vida las vicisitudes propias de la dicotomía entre lo planeado, lo buscado, lo anhelado y la realidad que se nos presenta?
Con el fin de explorar estas preguntas esenciales y por la necesidad de un grupo de mujeres que se han enfrentado con la realidad de infertilidad y/o esterilidad, decidí iniciar un grupo de encuentro para mujeres que luchan expuestas a la fragilidad de la vida y desilusión ante las asignaturas pendientes. Mujeres que han entrado en un camino de la búsqueda permanente de la respuesta Divina.
Mis antecedentes médicos y mi formación rabínica me han permitido poder ver esta lucha interna desde una perspectiva que combina el aspecto fisiológico con el aspecto espiritual.
La génesis del grupo se establece en 2005, cuando un grupo de mujeres se aproximó para crear una entidad de apoyo mutuo, intercambiar ideas, aprender acerca de nuevas técnicas sobre inseminación artificial y crear un modelo de “cuerpo/alma” en donde nos permitiéramos introducir la plegaria come vector espiritual, la inmersión en la Mikveh como espacio de reflexión y apertura corporal hacia un cambio interno. Mujeres ávidas por la presencia de Dios en sus vidas frustradas por la ausencia de hijos que reflejan la continuidad de su propia existencia.
Hoy en día cuento con muchas bendiciones… Más de cien niños han sido productos de este maravilloso grupo de encuentro, esos rostros de los más pequeños, que conozco personalmente, esos anhelos que solo unos años atrás habían sido sólo un sueño de esperanza, o básicamente, una esperanza llena de sueños. Científicamente han sido dos células en una placa de Petri que reclamaban una nuevo futuro en el seno de una acogedora cuna que pudiese proveer la temperatura, la nutrición y todos los elementos necesarios para convertirse en un blastómero, una mórula, un embrión, un feto, un bebé. Ahora, estas imágenes en mi oficina se han transformado en la manifestación elocuente de los sueños hechos realidad y me recuerdan el milagro de la vida.
Una combinación de oraciones, la tecnología, la creatividad humana, intervención Divina y una pizca de suerte. La etiología de esto grupo comenzó con Malkah quien llegó a casa después de un episodio traumático de la pérdida de un feto. Malkah expresó su preocupación por no tener un lugar judío en el cual poder compartir sus lágrimas y elaborar catárticamente con otras mujeres que pudieran estar experimentando esta clase de tragedia. La angustia en su voz y el temblor en sus manos reclamaban con desesperación un grupo de apoyo moral y espiritual. Malkah, es esa clase de ser humano que busca la presencia de Dios en todos las aspectos cotidianos. Malkah encuentra lo extraordinario en lo ordinario. Ese fue el principio de nuestro grupo de encuentro, denominado “Semillas de Esperanza”, en el cual compartimos con aquellos que están dispuestos a buscar la esperanza, a celebrar el éxito, a absorber lágrimas de estallido en la decepción. Un grupo que disfruta de la camaradería, y aprende de los consejos y experiencias de otras mujeres Un grupo que asiste en intercambiar información de las nuevas tecnologías y mejorar las formas de abrir nuestras mentes y corazones a través de oraciones, como vectores de posible apertura de las trompas de Falopio a fin de permitir que nuevas oportunidades extraordinarias puedan suceder.
¿Es esa capacidad de asombro permanente que nos motiva a luchar en contra de lo predeterminado? ¿Es el no contentarnos con lo ya establecido y sellado que nos alienta a creer en los milagros?
Los milagros son en última instancia, las pruebas que Dios nos ofrece para compartir la creación Divina y la oportunidad de perfeccionar el mundo de Dios. Estamos inclinados a celebras los éxitos, pero en los momentos de angustia ¿a quién culpamos? ¿Está Dios relacionado con el origen de la infertilidad? ¿Cuánto se basa la decepción en la fe y la culpa? ¿Cuánto se basa en la causa fisiopatológica? ¿Cuánto se basa en la estructura anatómica? ¿Se puede manipular la tecnología, a pesar de la voluntad de Dios? ¿Es el médico una herramienta de Dios? ¿`Jugar a ser Dios´ está en contra de la voluntad de Dios? La bendición de Dios a Abraham fue que sus hijos serían tan numerosos como las estrellas en el firmamento y la arena del mar.
El Midrash, el texto exegético, de Pesikta De Rav Kahana nos enseña: “Hay siete mujeres infértiles mencionadas en la Biblia: Sara, Rebeca, Raquel, la esposa de Manoaj (la madre de Sansón), Jana, Mijal y Zion (metafóricamente, Jerusalén, portada como estéril cuando sus hijos la abandonan en el exilio)”.
Se nos presenta esta dicotomía. En la búsqueda de la procreación y la intensidad de una incesante necesidad de apoyo mutuo, hallé en este grupo de mujeres capaces de proclamar la quinta-esencia filosófica de la entrega al prójimo. Las palabras de Emanuel Levinas, la necesidad del encuentro con el Otro, reflejada en la relación de este encuentro se hicieron realidad en este grupo. La esencia del hombre, según Levinas, se representa en el rostro. En el acceso al rostro hay también un acceso a la idea de Dios. “El rostro significa el Infinito”, pero no es el Infinito, no es tampoco un símbolo del Infinito ni una prueba de su existencia; no es el signo de un ‘Dios oculto’ que el prójimo me imponga. Ser “imagen de Dios” no es ser “icono de Dios” sino “encontrarse” en su huella. En el rostro, según Levinas, está la “huella” del Infinito.
La “huella”, sin embargo, no es presencia del Infinito sino ausencia; el Infinito permanece totalmente trascendente. El Infinito no puede encarnarse en el rostro y no hay posibilidad de alcanzarlo siguiendo sus “huellas”. Dios no es accesible desde una ontología, sino desde la vía moral, desde la activación de lo emocional, el reflejo de lo Divino en lo Humano es una invitación a la entrega personal.
Terri Veling, explica en su artículo “Levinas y el Otro Lado de la Teología” (Jewish- Christian Relationships, 01-08-2002) que una de las razones por las cuales Levinas quiere volver a centrar nuestra atención hacia el rostro del otro es por la preocupación que tenemos del desvío de atención a nosotros mismos en el mundo de la “inmanencia”. En otras palabras, hemos reducido todo a nuestro ser-en-el- mundo, y ya no sabemos cómo hablar de la trascendencia, la voz de la otredad, el deseo de lo infinito, la revelación de Dios, que es otra cosa que nuestro ser-en-el- mundo. Levinas quiere hablar en contra de las complacencias de una era que piensa solo en sí misma, libre de todo lo que es distinto de sí mismo y más allá de la vergüenza de una relación con un desconocido Dios. En la presencia del Otro encontramos la huella de la Divinidad en lo personal.
¿Existe ese Dios “personal”?
Albert Einstein sostiene que la idea de un Dios personal contradice la interpretación científica de la naturaleza. Einstein ataca la idea de un Dios personal desde cuatro puntos de vista:
1) La idea no es esencial para la religión.
2) Es la creación de la superstición primitiva.
3) Dios es ajeno a la personalización humana en cuanto trasciende la experiencia personal.
4) La personalización Divina contradice la visión científica del mundo.
El primer argumento presupone una definición de la naturaleza de la religión dejando de lado todo aquello en que la religión difiere de la ética. La personalización de Dios implicaría un territorialismo que apartaría el concepto universalizado de la teología. La religión es la aceptación y el devoción a los valores superpersonales, es en la trascendencia que elaboramos nuestros conceptos espirituales. Pero la pregunta: si esta es la definición adecuada de la religión ¿tiene la idea de un Dios personal un sentido objetivo?
Cuando Jana reza con sus labios y emite su plegaria del corazón clamando con fervor por la llegada de un hijo en el libro de Samuel, ¿es ello lo que llamamos un Dios personalizado? Cuando el profeta Moises exige ver a Dios ¨cara a cara¨ ¿es ello lo que llamamos un Dios personalizado? Cuando las lágrimas de Rajel lloran en la entrada de Beit Lejem, viendo a su pueblo exiliarse, ¿está ella acudiendo a la compasión de un Dios personalizado?
De acuerdo a Paul Tillich, no se puede demostrar por qué la imaginación acaba de crear la idea de Dios, ¿es ello una imaginación o una necesidad? No hay duda de que esta idea se ha usado y abusado en todo tipo de superstición e inmoralidad para crear el concepto de lo Divino y desarrollar una teoría teológica. En el nombre de Dios se han cometido barbaridades a través de la historia. Sangre se ha derramado en virtud de “La Verdad”. Intolerancia ha crecido como consecuencia del desentendimiento religioso y el quiebre teológico. El abuso de la teología no cuenta nada acerca de su génesis.
El tremendo impacto de la idea de Dios siempre ha tenido en el pensamiento humano la teoría de que todo esto fue producto de una imaginación arbitraria sin educación, una necesidad primitiva de la necesidad de creer, buscando el totem adecuado que protegiera como talisman. Mitológica, la fantasía puede crear historias acerca de dioses, pero no puede crear la idea de Dios mismo, porque la idea trasciende todos los elementos de la experiencia que constituyen la mitología. Como Descartes afirma: el infinito en nuestra mente presupone la propia infinitud
Einstein cuestiona la idea de un Dios omnipotente que crea el mal moral y físico aunque, por otra parte, se supone que es bueno y justo. Esta crítica presupone un concepto de omnipotencia que identifica a la omnipotencia con omni-actividad en términos de causalidad física. La omnipotencia Divina ha sido cuestionada por el pensamiento de la teología del proceso.
El símbolo de la omnipotencia, la creencia en un Dios que todo lo puede, abre un mundo infinito de cuestionamientos en la balanza de bien y el mal. El péndulo se desplaza hasta encontrar el balance y las preguntas que surgen revelan los luchas internas del libro de Job.
Si Dios es omnipotente, esperamos experimentar Su revelación en la prevención de tragedias. Curar al enfermo, prevenir el desastre natural, proporcionar una estabilidad que despliega tranquilidad. Sin embargo lo enigmático sucede, lo inesperado aparece, la tragedia ocurre, la injusticia juega su rol y el sufrimiento necrosa nuestra estabilidad emocional.
¿Un Dios Todopoderso permite que la desgracia suceda?
De acuerdo a la teología del proceso Dios no es omnipotente en el sentido del ser coercitivo. Lo Divino tiene el poder de la persuasión en lugar de la coerción. “Persuasión” en el sentido causal significa que Dios no hace ejercer un control unilateral. Dios juega un rol de “socio”. Es el Dios benevolente y no el omnipotente que permite enfrentar las situaciones difíciles y afrontar las consecuencias. Es un Dios que ayuda a vivir con las dificultades y no manipula el destino final. Es un Dios activo, un Dios del encuentro, un Dios que nos permite mirar al otro y descubrir la esencia transcendental del alma.
¿Cuál es la historia de Jana?
El relato se encuentra en libro de Samuel. En el tiempo del sacerdote Elí, había un hombre llamado Elcaná. Elcana tenía dos esposas. Su esposa favorita Jana era estéril. Penina, la otra esposa, despreciaba a Jana. Penina tenía hijos propios. Jana eleva su plegaria rogándole a Dios por la llegada de un hijo. Las oraciones de Jana penetran nuestro alma. Su desesperación es un despertar.
¿Es el Dios Todopoderoso capaz de curar la infertilidad de Jana y otorgarle un hijo?
Dios respondió a su oración con el nacimiento de Samuel. Dios no puede controlar totalmente cualquier serie de eventos o cualquier persona, pero Dios influye en el ejercicio de las criaturas de este universal sistema del libre albedrío y las posibilidades que ofrece. Para decirlo de otra manera, Dios tiene una voluntad en todo, pero no todo lo que ocurre es la voluntad de Dios.
El universo está caracterizado por el proceso y los cambios llevados a cabo por los agentes del libre albedrío. De acuerdo a Alfred North Whitehead, fundador de este pensamiento, debido a que Dios interactúa con el universo cambiante, Dios es variable, es decir, Dios se ve afectado por las acciones que tienen lugar en el universo. El sufrimiento humano se ve espejado en el sufrimiento Divino.
Esta polaridad entre lo estático y lo cambiante-mutable es también conocida como teísmo dipolar, es decir, la idea de que Dios tiene un aspecto cambiante (existencia de un Dios de vida) y un aspecto inmutable (la esencia de un Dios eterno). Esta teología es una invitación a crear una asociación con un Dios que no es todopoderoso, pero es todo benévolo. El Dios que escucha la plegaria de Jana y comparte las lágrimas de Rajel.
Es allí, en la lucha, en las vicisitudes de la vida, cuando nos sentimos abandonados por Dios, que nos encontramos con aspectos de Dios que nos ayudan a hacer frente a la lucha, a los desafíos. Es un Dios presente, un Dios inmanente. Mordejai Kaplan lo describe desde el punto de vista transnaturalista, definiendo la presencia de lo Divino a través de la actitud humana. Para llegar a ser plenamente humano, el hombre ha de alcanzar, en un nivel consciente, un proceso que opera en un nivel no consciente, en todos los seres vivos, es decir, la síntesis de la individuación y la interacción, o de la independencia y la interdependencia. Es en esta naturaleza humana que la presencia Divina hace su intervención.
En su libro El Judaísmo más allá de Dios, el fundador del Judaísmo Humanista, Wine Sherwin, argumenta que los judíos de hoy deben abandonar su creencia en una deidad sobrenatural. En su opinión, todas las interpretaciones teístas de Dios que tienen participación en la historia deben ser reemplazadas por una perspectiva naturalista. El mundo de la razón reveló que ha sido un error de los judíos esperar que Dios retorne para salvarlos del desastre. Por lo tanto, no puede haber una solución teológica adecuada para el problema del sufrimiento humano.
Permítanme disentir con este concepto. Es en la búsqueda del Dios inherente a la causa humana la que nos impulsa una necesidad de impregnación con la benevolencia Divina. El abandono de esa búsqueda se traduce en fracaso, en desinterés, en apatía. Le motivación del encuentro, de las respuestas inconclusas nos impulsa a una pasión por el acercamiento a lo Divino.
En la visión neoplatónica la fuente primordial del Ser es el Uno y el Infinito, a diferencia de los muchos y lo finito. Esta es la fuente de toda existencia, y por lo tanto, la causalidad absoluta y la única existencia real. Ser más allá de la existencia, es la realidad más real. Es, por otra parte, el Bien, en la medida en todas las cosas finitas tienen su propósito en esta existencia, y debe volver a fluir con ella. Pero no se puede adjuntar los atributos morales de la fuente original del ser mismo, porque éstos implican limitación.
El neoplatonismo se puede describir como una especie de teísmo dinámico. Directa o indirectamente, todo lo que se produce por el “Uno”. En todas las cosas, la esencia del ser, son manifestaciones divinas, y Dios está por encima de todo y en todos. Todo derivado de la existencia primordial, sin embargo, no es como la fuente original del ser mismo, pero está sujeta a una ley de la disminución de la integridad. De hecho, es una imagen y reflejo de la primera fuente del ser que se prolonga y se empequeñece pero sigue reflejando la totalidad del ser.
La totalidad del ser por lo tanto puede ser concebida como una serie de círculos concéntricos, la decoloración de distancia hacia el borde de la no-existencia, comienza con la fuerza del ser original en el círculo más externo siguiendo una dirección centrífuga. Cada instancia interior del ser se une con el “Uno” y recibe parte de la realidad sólo por la transmisión a través de ellos. Toda la existencia tiene una dirección hacia un anhelo más alto, y se inclina hacia ella la medida en que su naturaleza lo permita, una especie de atracción magnética hacia la perfección.
Esta visión neoplatónica nos recuerda un concepto proto-místico de las manifestaciones circulares de las emanaciones Divinas. Propone un ascenso paulatino hasta encontrar la exacta conexión enzimática del perfecto encuentro con lo Divino, lo que deriva a una armonía absoluta del acto de cohesión. Sin embargo, en muchos de nuestros intentos de búsqueda, el camino que deambulamos es el pacto acogedor, en búsqueda de protección y no necesariamente una escala intelectual al conocimiento de Dios. Buscamos al Dios benevolente, no al todopoderoso.
Los místicos judíos, escribió Abraham Joshua Heschel, se inspiran en una idea audaz y paradójica -cuasi peligrosa actitud- de que no sólo es Dios necesario para el hombre pero el hombre también es necesario para Dios, para el desarrollo de sus planes en este mundo. Pensamientos de este tipo se destacan en diferentes fuentes rabínicas. En el Zohar esta idea se formula de una manera más específica El Santo Bendito Sea dijo: “Cuando Israel se encuentra para ser digno en el mundo terrenal, mi poder se impone en el universo, pero cuando Israel se encuentra para ser indigno, lo cual debilita el poder por encima de mí, el poder del juicio severo predomina en el mundo”.
En las fuentes exegéticas hallamos que Dios le dio los mandamientos a Israel, porque Israel había aceptado a Dios como primer Rey. Aún más sorprendente es el concepto rabínico que dice que es el testimonio humano que hace a Dios real. Heschel cita a menudo con brillo midráshico a Isaías 43:12: “Ustedes que son mis testigos, y yo soy Dios”, a saber: “Cuando son mis testigos, entonces yo soy Dios, pero cuando no son mi testigos, entonces no soy Dios”
Reuven Kimelman en su artículo “La Teología de Abraham Joshua Heschel” escribe: “Para entender la teología judía, debemos revivir la historia del encuentro de Dios con el pueblo judío, ya que la teología y la historia son inseparables”. Es en este encuentro, en esta dimensión de una necesidad mutua que deambulamos un camino de intrínseca conexión.
“Alzo mis ojos a las montañas, de dónde vendrá mi ayuda, mi ayuda proviene de Dios Creador del cielo y la tierra” (Salmo 121)
Es el clamor del salmista que busca con desesperación la presencia de Dios la que refleja una necesidad paternalista o maternalista de protección. Encasillados en una labor intelectual de reconocimiento de los conceptos teológicos, nos olvidamos muchas veces de apreciar la esencia de la existencia de Dios en nuestras vidas. Como Moises demandamos ver la “facie” de Dios y nos olvidamos que la epidermis puede estar infectada de lesiones superficiales. Busquemos en las capas histológicas de un Dios que se nos presenta sin maquillaje, al cual podemos descubrir en la presencia del Otro, en la mano que se extiende para proporcionar ayuda, en una naturaleza calma y un medio ambiente furioso que espera que el ser humano, reflejo de la creación divina, interceda para el bien. En la búsqueda de Dios debemos emanciparnos de una mentalidad esclava presa de escepticismo e incredulidad.
Dra. Rab. Analía Botz - Biografía
Analia Bortz es Rabina y Médico, es la primera mujer rabino de América Latina.
Es bioeticista y directora del Centro de Ética de la Universidad Isaac Abarbanel inaugurado con el Papa Francisco en el Vaticano (2024). Es miembro rabínico senior del Instituto Shalom Hartman en Jerusalén.
En 2018, fue seleccionada como una de las 100 mujeres de la BBC, una lista de mujeres inspiradoras e influyentes de todo el mundo por su trabajo sobre la infertilidad cuerpo-alma.
La rabina Dra. Bortz figura entre los “15 rabinos estadounidenses de los que no has oído hablar, pero deberías” según la revista Tablet Magazine y es una de los 50 rabinos más influyentes.
La rabina Dra. Bortz fue seleccionada como miembro de la cohorte AJWS Global Justice Fellow 2019. Fundó Congregation Or Hadash en Sandy Springs, Georgia, Estados Unidos.
Es autora de La voz del silencio: el viaje de un rabino a un monasterio trapense y otras contemplaciones (2017), también co-
autora de “Mi momento de venir a Jesús con un rabino: cómo combatir las estigmatizaciones de las enfermedades mentales” (2019) y es autora de muchosotros artículos en inglés, español y hebreo.
Actualmente es estudiante de doctorado en la Universidad de Estudios Judíos de Hungría, cursando su segundo doctorado y su cuarto doctorado. Tiene también un Doctorado Honoris Causa del Seminario Teológico Judío.
Analia está casada con el rabino Mario Karpuj, madre de Tamar (Bryan) y Adina (Tomer) y, lo más importante, Savtah de Aviv Luna.