André Acimán escribió en 1994 una memoria sobre su familia judía, Lejos de Egipto, publicada en España por Libros del Asteroide en 2024. Acimán, cuenta con sumo detalle, cariño y melancolía la formación de su gran familia sefardí en Alejandría y lo que supuso para él, en plena adolescencia, dejar su ciudad, su país y su cultura.
El libro está cargado de emociones y de memorias de un adolescente que descubre la vida y las trifulcas familiares. Pero sobre todo nos habla un mundo que ya no existe y que Acimán añora, el de una ciudad cosmopolita donde las diferentes religiones coexistían. Una ciudad, Alejandría, y una realidad judía que dejó de existir en 1965 cuando expulsaron a los judíos de Egipto y de todos los países musulmanes.
La expulsión de los judíos de Egipto se produce en 1965 dejando ciudades como Alejandría, donde nació y creció André Aciman vacías de presencia judía. Los judíos de Alejandría, sefarditas y de habla hispana (ladino) llegaron de varios territorios como Italia, Francia y el Imperio otomano. Estas familias judías a la vez provenían de España, de la expulsión de 1492. Cinco siglos más tarde, tras las guerras de Israel contra los países árabes en 1948 y tras ser acusados de sionistas y señalados como los traidores, Egipto los expulsan para siempre.
Este fenómeno se repitió en países árabes como Túnez, Libia, Argelia, Líbano, Siria, Iraq y también en otros países de mayoría musulmana como Marruecos, Irán o Afganistán. Solo en Egipto se expulsó a 100.000 judíos. En total se calcula que entre 800.000 y 1 millón judíos tuvieron que dejar atrás todas sus vidas y emigrar como la familia Acimán a Europa, Américas o Israel.
Conocemos de cerca al autor que cosechó innumerables éxitos con el libro publicado en 2007 Call me by your name que luego se llevó al cine. En esta entrevista Acimán nos habla de esos recuerdos de sus abuelas La Santa y La Princesa, de una ciudad donde coexistían diferentes credos, se casaban entre sí judíos y cristianos y que tras la expulsión de los judíos la ciudad no volvió a ser la misma.

En mi familia, muchas personas estaban casadas con católicos y al mismo tiempo celebraban Pésaj
¿Cuándo sintió la necesidad de escribir un libro su familia de Alejandría?
Siempre supe que iba a escribir en algún momento de mi vida, a menos que me convirtiera en misionero, lo cual no es el caso. Eso pensaba con 13 o 14 años. Pero era una fantasía. Creo que cuando tenía 27 años, escribí un libro entero sobre mi vida en Egipto, pero luego decidí que era terrible. No fue hasta que tenía 41 años cuando empecé a escribir Lejos de Egipto.
¿Qué cambió en su vida para que se decidiera por fin a terminar esta magnífica historia?
Creo que en ese momento tenía más confianza en mi escritura. Estaba preparado para ello. Pedí permiso a mi editor después de haber escrito algunos libros sobre mi historia creciendo en Alejandría como un niño judío. Él dijo: “Oh, nos encantaría ver eso”, y pensé que estaba mintiendo. Escribí un capítulo, le encantó y lo publicó. Esta publicación me dio un gran impulso como escritor.
¿Cómo era la interacción entre judíos y otras comunidades en aquel Egipto previo vuestra expulsión en 1965?
Era muy parecida a la de Nueva York hoy en día. Había griegos, italianos, franceses y muchos otros. Los matrimonios mixtos eran algo normal, no existía un tabú religioso entre cristianos, judíos, musulmanes o lo que fuera. La gente simplemente se casaba. En mi familia, muchas personas estaban casadas con católicos y al mismo tiempo celebraban la Pascua judía (Pésaj) de forma seria. Nunca hubo un problema.
¿No había grandes conflictos en la ciudad?
Había conflictos sí, pero no graves. A los griegos no les gustaban los italianos, los armenios no querían a los turcos. Pero todos se llevaban bien. Otra cosa es si se gustaban o confiaban entre ellos. Pero todos se llevaban bien y estaban unidos como ciudad. Mi experiencia con Alejandría se acabó en 1965, cuando nos obligaron a abandonar Egipto.
¿Cuál fue el impacto de regresar a la ciudad de su infancia varias décadas después?
Cuando regresé a Egipto 30 años después (ahora serían 60), caminaba por las calles sin encontrar nada de mi infancia. Todo el mundo era egipcio, todo estaba en árabe. No encontraba a nadie que hablara mi lengua, que era el francés. Vi con tristeza a una pareja, eran muy mayores y los detuve. Eran griegos y hablaron francés conmigo. Era algo natural en aquella época. Fueron las únicas personas con las que me crucé. Y es una ciudad egipcia que fue colonizada, por supuesto. Ahora que los colonizadores se han ido, vuelve a ser egipcia, lo cual me parece bien y justo. Por otro lado, ya no es mi país.
¿Cuál era el rol del ladino en su casa?
El ladino se hablaba todos los días en mi familia. Mi abuela y todos los hermanos hablaban ladino como primera lengua. El francés era una lengua muy elegante; todo el mundo lo conocía, pero el ladino era la lengua de la vida cotidiana. Entre ellos hablaban en ladino; jamás se les habría ocurrido hablar en francés.
Por ejemplo, cuando mi padre llegó a Estados Unidos, uno de sus primeros trabajos fue en el sistema judicial. Muchas personas hablaban español y solo español. Y él podía entender todo lo que decían.
Por desgracia, en casa nunca me hablaron en ladino; conmigo usaban el francés. En parte, porque mi madre, Gigí, era sorda. Lo entendía por otros miembros de mi familia.

Los judíos fueron expulsados de los países árabes justo después de la creación del Estado de Israel en 1949, y luego en los años 60 y 70. No solo de Egipto, sino también del resto de Oriente Medio e Irán. Fue una verdadera expulsión. ¿Qué perdió Egipto con la expulsión de sus judíos?
No es diferente de lo que le ocurrió a España después de 1391 y 1492 tras la expulsión de sus judíos. Por ejemplo, los judíos en Alejandría eran muy importantes en los hospitales, había senadores, la mayoría de los abogados eran judíos, los negocios y los grandes bancos de Egipto eran judíos. Había toda una red de judíos en Egipto de la que se sentían muy orgullosos y eran visibles.
Cuando te deshaces de ellos, esencialmente, pierdes tu moneda, por así decirlo, pierdes la capacidad de sobrevivir como país capitalista. Lo que ha ocurrido en Egipto es que le está costando muchos años superar la pérdida de su población judía.
¿A dónde fueron las familias sefarditas de Alejandría?
Muchas acabaron en Francia, Italia y por toda Sudamérica, Canadá, Australia y Estados Unidos. Fundamentalmente en Europa. Solo conozco a dos familias judías que fueron a Israel. Es decir, muchas personas con carreras acabaron en Europa o en un ambiente occidental.
Los judíos ashkenazíes dominantes crearon una narrativa, una historia, que eclipsa todo lo que los judíos de Oriente Medio podrían haber aportado a la cultura general judía
¿Por qué cree que se desconoce en general la historia de los judíos de los países árabes y/o musulmanes desde Marruecos hasta Afganistán pasando por Yemen o Irán?
Una de las razones, creo, es que los judíos ashkenazíes dominantes crearon una narrativa, una historia, que eclipsa todo lo que los judíos de Oriente Medio podrían haber aportado a la cultura general judía. La historia de los judíos ashkenazíes aquí en EE. UU. es una narrativa muy dominante.
Pero también se debe a la rápida integración de estas familias en los países que les acogieron. Por ejemplo, mi familia era de pensamiento francés y acabó en Francia. Sospecho que los nietos y bisnietos no conocen el árabe y no les importa Egipto en absoluto.
Por otro lado, los judíos de Egipto podrían ser unos 100.000. No estamos hablando de un grupo pequeño. Su historia nunca alcanzó protagonismo ni fue siquiera visible. La gente sigue preguntando: “¿Cómo es que nunca habíamos oído la historia de los judíos de Egipto?” Esta gran comunidad no desapareció, simplemente se mimetizó en los países en los que viven.
¿Colabora con alguna iniciativa pública o privada en Egipto para restaurar el patrimonio judío?
He intentado en varias ocasiones reclamar mi patrimonio. Y muchos abogados me dijeron que es una pérdida de tiempo. Una vez recibí una llamada del embajador egipcio en Washington D.C., diciendo que estaban reconstruyendo los templos y que si quería volver a Egipto. Pero yo le pregunté: “¿Me vais a devolver mi dinero?” Por supuesto, ahí terminó la conversación.
Mi familia dejó todo atrás. Dinero en el banco, casas, pertenencias. Eran industriales y tenían buenas posiciones socio-económica. Incluso el coche o, en mi caso, mi bicicleta. Quiero que me devuelvan mi bicicleta. Lógicamente esto no va a suceder.
¿Sigue existiendo la casa familiar?
Cuando volví a Alejandría, visité el último apartamento que tuvo la familia. Y, por supuesto, no me dejaron subir al edificio. Fui a visitar mi primer colegio, y quería ver las aulas, pero no me dejaron entrar. Supuse que todavía hay resentimiento hacia la presencia europea. “No tiene sentido forzar la visita, vuestros edificios se están cayendo de todas formas, buena suerte”, pensé.

¿Su familia estaría dispuesta a visitar Egipto de nuevo?
Sí, uno de mis hijos quiere ir a Egipto, pero quiere ir conmigo. Quiere ver de lo que he estado hablando durante años. Yo no quiero volver. No me siento cómodo volviendo, la verdad.
¿Hay alguna razón en particular por la que no quiera emprender ese viaje?
Creo que no puedo pasar página; es algo que no sé cómo hacer. Pienso en Egipto en algún momento todos los días. No quiero verlo. Especialmente, Alejandría se ha convertido en una ciudad muy islamista. Esa no es la cultura que asocio con mi Alejandría. Cuando regresé, todas las mujeres llevaban velo. Y cuando yo crecí allí, nadie, nadie llevaba velo, llevaban minifaldas. Es otro país.
—
André Acimán ha publicado recientemente en España con Alfaguara su último libro Mi año romano donde sigue trabajando el género de la memoria. En este caso escribe sobre los años 60 en Roma, durante su adolescencia y primera juventud, justamente tras la expulsión de su familia en Egipto.
Breve biografía:
André Aciman (Alejandría, 1951) es un escritor estadounidense nacido en Egipto, en el seno de una familia judía sefardí de origen turco. En 1965 se trasladó a Roma con sus padres y en 1968, a Nueva York, donde se graduó en lengua inglesa en el Lehman College y obtuvo un doctorado en literatura comparada en la Universidad de Harvard. Ha sido profesor de literatura comparada y de escritura creativa en el Bard College y en las universidades de Princeton y Nueva York, y actualmente lo es en el Graduate Center de la City University de Nueva York. Su libro de memorias, Lejos de Egipto (1996; Libros del Asteroide, 2021), sobre su infancia y adolescencia en Egipto durante las décadas de 1950 y 1960, fue premiado con el Whiting Award. Es autor de cinco novelas, la primera de las cuales, Llámame por tu nombre (2007), ganadora del Lambda Literary Award, fue llevada al cine por Luca Guadagnino. (Libros del Asteroide, 2025)