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Anne Berest, escritora, “la misión de la tercera generación es abrir las puertas de los silencios”

Anne Berest
Anne Berest ©MarieMarot

En el año 2003 los nombres de Ephraïm, Emma, Noémie y Jacques aparecen manuscritos en una postal sin remite enviada al domicilio familiar de la escritora francesa Anne Berest. Son sus ancestros que fueron asesinados en Auschwitz en 1942 y de los que no sabía prácticamente nada. Anne Berest inicia una ardua investigación histórica y archivística en este gran best seller La Postal (Lumen) para saber qué ocurrió con sus familiares llegados a Francia desde Rusia hace más de un siglo, cómo fue el auge del Nazismo y la invasión de París. Pero sobre todo indaga en sus raíces familiares viajando más de un siglo en la Historia.

Hablamos desde la sección de literatura judía de Marom Connect con Anne Berest desde París sobre la necesidad que tienen las terceras generaciones de rellenar los silencios de sus ancestros, recuperar la identidad y explorar las raíces.

¿Por qué decidió que la historia de los Rabinovitch debería convertirse en una gran novela?

Cuando empecé con el libro realicé solo una pequeña investigación, una simple búsqueda. En el libro esta búsqueda en sí dura cuatro meses, pero en la vida real duró más de cuatro años durante los cuales hubo momentos en los que no ocurría nada en especial. De ahí surgió la idea de escribir la historia sobre los Rabinovitch, es decir, para colmar ese vacío. Pensé que si la gente se ataba a estos personajes iban a querer saber más sobre La Postal, de dónde venía.

Un mes antes de que saliera el libro, mi madre me dijo “tengo que hablar contigo. No sé si a la gente le va a interesar la historia de nuestra familia”. Y entonces fue como un milagro el hecho de que rápidamente los lectores vinieron a verme para decirme que tenían la sensación de que los Rabinovitch eran parte de su propia familia.

Anne Berest La Postal
La Postal (Lumen), Anne Berest

Mi abuela nunca habló de lo que había ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial y no pronunció ninguna palabra sobre los miembros de su familia

¿Qué le removió durante su investigación familiar y posterior escritura de La Postal?

La gran pregunta para mí sobre todo lo demás era entender por qué los Rabinovitch no se habían ido de Francia cuando todavía tenían la posibilidad de hacerlo. Y eso era muy difícil. Me hizo mucho daño ver que no tomaron aquella decisión cuando todavía estaban a tiempo. Este interrogante también lo consideraba en paralelo con mi propia historia. Empecé a preguntarme si yo elegía correctamente las cosas para mí misma. Me preguntaba si no habría algún tipo de herencia o algo así como un destino de “no elegir bien para uno mismo”.  Y esto fue un sentimiento extraño.

Hablar de traumas de la guerra y en concreto de la Shoah sigue siendo muy complicado dentro de la familia, ¿cómo ha hecho usted para preguntar y escribir una historia tan exitosa y con datos tan concretos?

Mi abuela nunca habló de lo que había ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial y no pronunció ninguna palabra sobre los miembros de su familia. Fue un silencio absoluto y se corresponde al silencio de toda una generación.

Los judíos en Francia después de la guerra no hablaban del que había ocurrido. No hablaban de ello por varias razones. Primero hay que entender que los judíos en Francia después de la guerra tenían miedo a que esta volviera a empezar. Los vecinos que habían denunciado seguían viviendo enfrente y lo que había ocurrido ayer podría volver a ocurrir mañana. Los judíos realmente tenían miedo y por ejemplo mi abuela después de la guerra bautizó a mi madre en una iglesia para tener un papel por si acaso estaba en peligro de nuevo, poder sacar el documento de bautismo.

Segundo, los judíos de Francia no querían hablar porque se daban cuenta de que nadie les quería escuchar y que la gente no quería oír hablar de la guerra. La voluntad histórica y también la del general DeGaulle era de pensar en el porvenir del país. Y el tercer miedo de los judíos era que la gente no creyera lo que estaban contando y este temor era tan terrible que prefirieron no hablar. Por ese motivo hubo que esperar varios decenios para que la gente pudiera hablar.

O sea, por decirlo de una manera cruda, ¿el antisemitismo no terminó en Francia ni en Europa tras la destrucción de toda la judería europea?

En Francia había todavía mucho antisemitismo después de la guerra. Por ejemplo, en el libro cuento cómo este amigo mío cambió su apellido en los años sesenta para ocultar su identidad y procedencia judía y, para dar un toque más francés a su apellido.

Por ejemplo la primera vez que Simone Weil hace referencia a los campos de concentración en público fue en 1979. Fue un momento histórico donde Simone Weil tuvo que inaugurar un edificio y lo hizo colocando ladrillos y cemento de una manera simbólica y un hombre a su lado, un político, le dijo algo sexista “ah, eres una mujer, pero sabes algo de la construcción…” y ella contestó “sí, este era mi trabajo en los campos de concentración”.  Era la primera vez que lo comentaba en público y habían pasado más de 30 años de la guerra.

Mi abuela como toda aquella generación no habló. Pero es toda una generación que ya no quería hablar, no solo los judíos sino toda la gente. La generación de sus hijos es una generación que sufrió mucho del silencio de sus padres. Y nosotros somos la tercera generación, los nietos, y somos una generación que tiene más facilidad para hacer preguntas. Queremos saber qué ha ocurrido, queremos entender. Esta es quizá la misión de la tercera generación y abrir las puertas de los silencios.

Hay un momento de angustia y rabia cuando la protagonista y su madre localizan el piano supuestamente robado a sus familiares en casa de un vecino, sin embargo, ellas no buscan venganza, ¿por qué?

Hay una rabia y también un sentimiento de justicia en esa situación. Pero para mí la venganza se transforma en energía para escribir. Y esto es precisamente lo que me da fuerza para escribir cada día. A día de hoy no hemos recuperado nada de esos objetos y todos nuestros bienes fueron expoliados pero, existen en el libro, son nuestros dentro del libro y también son para la gente que lea el libro y esto, creo, es más fuerte que la venganza.

Cuanto más multiplicamos nuestras raíces, más abiertos estaremos a los otros

Anne Berest

El horror se apodera de nosotros los lectores al sentir el pelo cayendo sobre nuestros pies de las mujeres a las que se las acaba de rapar el pelo a su llegada el campo de concentración nazi, ¿son estas imágenes mucho más impactantes que la violencia extrema?

Yo pienso que hacen falta dos cosas. En primer lugar libros de Historia, es algo fundamental, contar con la metodología de los historiadores que van a estudiar a partir de los testimonios etc. Y luego hay algo más, la literatura, la ficción. Porque yo no he imaginado nada en mi historia. Pero son las obras literarias las que van a permitir a la gente sentir una empatía, ese es el poder de la literatura.

Yo siempre me interesé por la Historia con “H” porque primero me ha gustado la literatura. Hay personajes dentro de los libros que vivían experiencias que cruzaban momentos de la Historia que he podido leer luego en los libros científicos.

Pero este libro lo he escrito para la juventud. Era muy importante para mí que no hubiera ninguna palabra complicada, ninguna palabra que se tuviera que buscar en el diccionario. Lo he escrito pensando en estudiantes de 20 años para que se identifiquen con los personajes y luego tengan ganas de leer Historia o de ver documentales. La literatura es la puerta de entrada a la Historia.

En el libro se mencionan varios países de procedencia de los Rabinovitch: Rusia, Polonia, Palestina pero hacia el final del libro hay un momento cálido donde describe su conexión especial con la Provenza, por aquí vivió su abuela Myriam, ¿se puede vivir con ambas raíces de Rusia y del sur de Francia?

Es una cuestión muy compleja. Quizás en la vida hay distintos ciclos donde en un momento determinado nos sentimos muy cercanos a una cultura y en otro momento de nuestra vida nos acercamos más a otra cultura. Lo importante es construirse con la acumulación de riquezas que hacen que cada uno de nosotros sea tan particular. Cuanto más multiplicamos nuestras raíces, más abiertos estaremos a los otros.

Hay otro momento clave en el libro cuando una niña recibe en el colegio un comentario antisemita de otro niño diciendo “aquí no gustan los judíos” y la madre tiene dudas sobre si quejarse al director o dejarlo pasar dada la posible ignorancia de lo que ese niño de poca edad ha dicho. ¿Qué cree usted que se podría hacer de más la educación para hablar de tolerancia, respeto y convivencia?

La palabra más importante que ha usado ha sido la palabra “Educación” y creo que cada uno tiene que ser responsable de la educación de sus hijos porque solo en la educación de los niños más pequeños se pueden construir seres que serán abiertos a los otros y que podrán aceptar la diferencia.

Nuestros ancestros nos guían y nos hablan, nos enseñan el camino y hay que estar muy atentos a estas señales

Después de escribir la novela y tras su éxito tan grande en Francia y ahora en España, ¿su identidad judía y francesa han cambiado?

Sobre mi identidad judía sí, desde luego. Porque desde hace años para mí era muy difícil pronunciar la frase “soy judía”. En el fondo quizá he escrito este libro para poder decirlo y también para poder entender qué significa para mi “ser judía”. Hay gente que me conoce desde hace mucho tiempo y que no sabían que yo era judía cuando leyeron el libro. Esta identidad era algo con lo que yo no estaba muy a gusto, entonces este libro lo ha cambiado para bien. Respecto a la identidad francesa, siempre me he sentido muy francesa: con lo que representa Francia, con las ideas del siglo de Las Luces y con los valores de la República.

Hay millones de historias familiares por escribir, ¿tiene algún consejo para las personas que estén escribiendo la historia de sus ancestros?

El proverbio o la frase que siempre me repetía a mí misma es “cuando buscamos, encontramos, no hay que abandonar”. Y luego hay lugares donde buscar -no sé si en España es similar a Francia- pero hay archivos muy bien organizados sobre cada territorio: nacionales, departamentales, municipales y cuando uno acude a estos archivos siempre encuentra algo. Es largo, lento, mucho trabajo pero siempre al final se pueden descubrir cosas. Luego que ir por todas partes y seguir todas las pistas al mismo tiempo. Si escribes a diez personas, solamente una te va a contestar.

Hay que atrapar todos los signos porque yo pienso que nuestros ancestros nos guían y nos hablan y a veces; nos enseñan el camino y hay que estar muy atentos a estas señales de nuestros ancestros.

Muchas gracias Anne por su tiempo y sus respuestas para Marom Connect. Esperamos que tenga mucho éxito también entre los lectores españoles. 

Gracias a usted, Iván.

Anne Berest (Francia, 1979) es una escritora francesa. Después de estudiar Literatura, fundó la revista Carnets du Rond-Point, que dirigió durante cinco años. En 2008 colaboró con Édouard Baer en la adaptación teatral y la puesta en escena del texto Un pedigree de Patrick Modiano. Durante 2011 publicó una columna sobre París en Journal du dimanche. Como actriz ha intervenido en la película Declaración de guerra (2011) y en el programa Le grand journal de Canal+ (2004), y ha coescrito el guion de Que d’amour, dirigido por Valérie Donzelli. Su carrera en el ámbito literario empieza en 2010, con La hija de su padre (Alberdania, 2011), que obtuvo el Prix des Dunes y fue seleccionada para el premio de France Télévision, el premio de Flore y el Goncourt. Su siguiente novela, Les Patriarches (Grasset et Fasquelle, 2012), fue finalista del premio Renaudot y del Flore, a la que seguirían Sagan 1954 (Éditions Stock, 2014), una biografía de François Sagan que indaga en la vida y la obra de la autora de Buenos días, tristeza, Cómo ser parisina estés donde estés (Roca Editorial, 2015), un ensayo coescrito junto a Audrey Diwan, Caroline de Maigret y Sophie Mas, Se busca mujer perfecta (Reservoir Books, 2016) y La postal (Lumen, 2022), ganadora del Premio Renaudot des Lycéens y con los derechos vendidos a las editoriales más prestigiosas en varios países. Berest vive y trabaja en París.

Fuente de la biografía, Penguin Random House.

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