ENTREVISTA
Hanoch Piven es un artista ilustrador y “educador accidentado”, como le gusta decir. Nacido en Uruguay, su familia hizo aliá cuando era niño y creció en Israel hasta viajar a Nueva York para los estudios de arte. Ahí es donde surgió su estilo único de ilustrar con objetos.
Sus retratos se han podido ver en decenas de periódicos, ha escrito varios libros para niños y ha ilustrado libros de otros escritores. Imparte talleres de creatividad a través de los objetos y su vida se divide entre su estudio en Yaffo y su familia en Barcelona.
He llegado a una forma de creación artística y de vida personal y familiar que son únicas y eso me enorgullece. Desde mi punto de vista, la esencia del arte es escucharte a ti mismo y llegar a un individualismo que te diferencia de otros artistas
Piven ha evitado las definiciones toda su vida. La palabra artista es quizá demasiado grandiosa pero también es suficientemente amplia. Es ilustrador, juega con objetos y es un “educador accidentado”, porque asegura que llegó a la educación por casualidad.
Cumple con las palabras de Machado sobre el caminante que hace el camino al andar “he llegado a una forma de creación artística y de vida personal y familiar que son únicas y eso me enorgullece. Desde mi punto de vista, la esencia del arte es escucharte a ti mismo y llegar a un individualismo que te diferencia de otros artistas”.
Llegó a esta técnica tras muchos intentos y unas cuantas decepciones. Comenzó de una manera pura como un niño que disfrutaba al dibujar y tenía el talento de hacerlo de una manera parecida a lo que dibujaba, pero ese talento no era lo mismo que dibujar bien.
El intento de no ser diferente hizo que ignorara su voz interior y eso lo llevó primero a estudiar informática y matemática e incluso fue admitido en la facultad de medicina. En ese momento hizo un cambio radical de carrera y se fue a estudiar ilustración a Nueva York donde descubrió que tampoco era muy bueno como ilustrador. “Con toda mi frustración y confusión mientras intentaba retratar a Sadam Hussein vi unas cerrillas al lado y las usé para sus bigotes. Así empezó todo, logré llegar a la esencia de las caras sin dibujar, usando objetos y colores”.
Para Piven, Nueva York en los años 80 era un laboratorio de ideas y una de las cosas que tenía en mente durante toda su vida como artista eran las caricaturas de los periódicos. Muchos de los artistas que lo marcaron en sus inicios y que tuvieron mucha influencia en él fueron ilustradores migrantes de Europa del Este.
“Los 10 años que viví en Nueva York me permitieron llegar a ese tipo de collage, en el sentido profundo de la palabra, el de unir elementos. Me gusta el concepto de collage como metáfora y lo uso en mis talleres, se trata de combinar y unir piezas de tu vida”. Así como yo tuve que unir el talento que tenía con mis puntos débiles para llegar a esta forma de expresarme.
Muchas de sus obras son encargos de periódicos y revistas y su forma de trabajar es única. Primero junta muchas fotos de la persona a retratar, lee sobre ella y hace un dibujo de su cara para entenderla y conocerla. Luego coloca un montón de objetos y empieza a combinar y a buscar. Los primeros intentos nunca son acertados, pero le ayudan a llegar a la idea que será la buena, todo es a base de prueba y error.
Vive desde hace 23 años en el barrio de Gracia en Barcelona. “Este barrio para mí es un refugio. En los primeros 10 años tenía un estudio aquí también, y sí trabajé un poco con algunos medios locales, pero era más importante para mí mantener los vínculos en Israel, así que no hice tanto esfuerzo para integrarme al mundo artístico de Barcelona. La mayoría de mis trabajos se ven en Israel y en los Estados Unidos, aquí no soy tan conocido”
Hay personas que son más difíciles de crear, sobre todo las que tienen una belleza más estándar, donde no hay nada grotesco en la cara, o nada que destaca. La caricatura es algo superficial desde el punto de vista visual, pero se puede decir algo profundo sobre la personalidad de la persona.
Una caricatura, según Piven, “usa clichés, pero una buena caricatura revela y dice algo sobre la esencia de la persona”. En cualquier obra hay algo de exageración, pues hay que marcar los contrastes para que haya una narrativa, para expresar algún sentimiento. El hecho de no usar palabras le permite comunicar a través del humor. La caricatura ideal se basa en la idea que el espectador verá algo, pero tendrá que recorrer un camino para llegar a verlo.
“Si yo fuera a decir “Sara Netanyahu es una bruja” no sonaría como un comentario inteligente, pero una imagen con una escoba lleva a muchas asociaciones y es gracioso. Las palabras son cerradas y te dicen lo que debes pensar, pero una imagen te invita a ser parte, y esa participación te da cierto poder”. “La idea de la escoba venía de que se hablaba de una obsesión con la limpieza y la acusaban de maltratar a las personas que trabajaban en su hogar.
Tras la publicación, alguien le llamó por teléfono impresionado con cómo el artista había utilizado el símbolo del fascismo, de la “falange española” – en contreto- en su arte. Sin embargo, Piven no sabía de qué hablaba, a qué se refería. El artista señala que en la parte alta de la escoba hay un conjunto de varitas atadas, y al lector le recordó ese símbolo, que representa la unión como fuerza que se usan en símbolos fascistas.
“Eso representa lo que me gusta del arte, que uno es libre de pensar solo, y eso da miedo, mucha gente por eso no quiere crear arte, dirían que es porque no son creativos, pero en realidad es el miedo de pensar solos, porque no están acostumbrados, es algo muy simple y difícil a la vez””
Piven da otro ejemplo como “la nariz de Obama”, que es una lámpara como la del genio de Aladdin. Piven quería demostrar que la aparición de Obama fue algo así como un cuento de hadas, alguien que apareció de la nada, y también que representa la historia del “otro”.
“Suelo preguntar en los talleres porqué creen que puse esta lámpara, y en los públicos más conservadores dicen que es porque viene de origen árabe y otros dicen que es porque cumple deseos, y una vez un niño se levantó y dijo que se trataba de una tetera, que cuando hierve el agua sale volando la tapa y eso representa la libertad…”
Piven ha realizado durante los pasados meses varios talleres en relación al ataque del 7 de octubre y la guerra que comenzó ese día, sobre todo con supervivientes del Festival Nova y la gente que fue desalojada de sus casas. Observó que el arte era una especie de lugar seguro.. “A partir de ahí se pierde el miedo a la equivocación y nos permitimos hacer tonterías, confundirnos y jugar, expresarnos de una manera libre”.
Como tantos otros artistas, Piven menciona la dificultad de crear tras el trauma. El día 7 de octubre estaba aquí en Barcelona, pero llegó a Israel en 2 días. Ya había trabajado con arte-terapeutas y tenía claro que el hecho de crear arte es un acto terapéutico. “En una situación sobre la cual uno no tiene ningún control, es de gran ayuda emocional poder tener el control sobre algo de pequeña escala”
Piven asegura que no podía ni quería decir algo a nivel público, pero sí tenía la capacidad de conectar con personas y se dedicó precisamente a eso. El arte que se creó en Israel el último año es “un arte importante para expresar el dolor personal y colectivo. Siento que aún no hay sitio para creaciones que no reflejan eso.”
Su arte está vinculado a Israel y ha trabajado en otros proyectos como por ejemplo creando el logotipo de una ceremonia de Yom Hazikaron (día del recuerdo de los soldados caídos y de las víctimas del terror) que se hace en conjunto por un grupo israelí – palestino. “Para mí este proyecto es la clave para cualquier posibilidad en el futuro de llegar a un acuerdo. Se trata de víctimas de ambos lados que marcan un camino en conjunto. Estoy muy orgulloso de ser parte de este proyecto, pero ahora mismo nadie escucha esas voces en la sociedad en general”.
Además es ilustrador de libros. Recientemente ha publicado un libro infantil en colaboración con Shira Hecht-Koller, Cómo sobrevivir un diluvio, y otros consejos útiles de la Biblia. El libro llegó a la imprenta después del 7 de octubre. “Quizá el libro no habla de cómo son las cosas ahora, pero sí habla de los valores universales que se pueden aprender de las historias bíblicas y que son relevantes para hoy en día. Eva nos enseña sobre la curiosidad humana, Ruth sobre el amor sin límites y con Esther vemos cómo ha cambiado ella a lo largo de la historia”.