
¿Cuáles son tus raíces?
Mi abuelo materno era de Lituania. Un profesor de historia le dijo que venían épocas terribles y le recomendaba irse. Sus padres tenían una pequeña tienda y le dijeron que ellos ya tenían su vida allá pero que se fuera, y con 16 años se subió a un barco y llegó a Cuba. Probó distintos lugares de Sudamérica hasta que llegó a Perú y ahí es donde pudo salir adelante.
Por mi lado paterno, la familia emigró de Austria a Argentina a las tierras del barón Hirsch, a Villa Clara en Entre Ríos. Mi padre nació en Argentina, pero por el trabajo de su padre se mudaron a Perú cuando tenía 6 años, así que se siente peruano también.
Yo nací en Lima, Perú, en 1966, y estudié en el colegio León Pinelo, que es el colegio judío de Lima. Luego me fui a Estados Unidos, a estudiar Diseño gráfico.Allí conocí a mi marido, que es peruano, también. Nos casamos y vivimos en Nueva York un año y medio. La verdad es que yo no me sentía a gusto en Nueva York. La ciudad me resultaba agresiva, estresante, demasiados ruidos y no encontraba la paz que tanto me gusta y busco.
Habíamos venido de luna de miel a España y mi marido me preguntó “¿qué te parecería vivir aquí?”. Madrid me recordaba un poco a Lima y le dije que sí de inmediato, con tal de salir de Nueva York. Tardé 10 años en acostumbrarme a Madrid, no fue fácil, pero definitivamente ahora me encanta, es mi hogar y no lo cambiaría por nada.

¿Qué es el arte floral japonés llamado Ikebana?
Ikebana es un arte japonés de arreglos florales, quiere decir Flor Viviente. Las flores ya tienen vida, pero nosotros les damos una nueva vida en nuestras composiciones. Además, en la escuela que yo estoy se pueden combinar otros materiales, también de los creados por el hombre, plástico, alambre, papel, todo es una posibilidad.
¿Cómo llegaste al mundo del Ikebana?
Mi primer encuentro con el Ikebana fue en el colegio de mis hijas. Habían colgado un cartel de una exposición en el Jardín Botánico de Madrid, y cuando vi ese cartel, fue tal mi estado de contemplación, me asombraba como algo tan sencillo podía llegar a ser tan hermoso y transmitir tanta paz, no podía dejar de mirarlo. Nunca había estado en un estado tan Zen. La persona que lo colgó me vio, se me acercó y me dijo, tú tienes que venir.
Así es como comencé a asistir a las clases mensuales que impartía Ikebana Internacional en el Hotel Villamagna. Hoy en día hay más de 2000 escuelas distintas de Ikebana, y en esas clases en Ikebana internacional había muchas maestras de distintas escuelas. Ahí conocí a mi maestra, que es de la escuela Sogetsu, que a mí me atrajo mucho porque tiene mucha libertad creativa.
Sofu Teshigahara, fundó esta escuela en 1927. Él dijo que él seguiría con la tradición familiar, pero a su manera, permitiendo que cualquiera donde quiera que esté y con el material que tuviera pudiera hacer un arreglo de Ikebana. Si uno estaba en el desierto, donde no había flores, haría un arreglo con arena, y este pensamiento abre un mundo de posibilidades. Todo por lo que pasa por tus ojos o por tus manos se convierte en una posibilidad para un arreglo.
¿Qué encontrarán los visitantes en Aymuray?
En estos días se puede ver la exposición de arreglos míos con obras multimedia de mi amiga María Gloria Andrade. Ella les da una nueva vida a desperdicios, recoge cartones, alambres, hasta una base de un colchón de bebé y los convierte en obras de arte espectaculares.
Hace 5 años ya habíamos hecho una exposición juntas. Todo surgió a raíz de que María Gloria había hecho una residencia en Transilvania. Ella pintó unas acuarelas preciosas, muy delicadas, de escenas del mercado. Ella es de Ecuador y decía que podía perfectamente ser un mercado de cualquier lugar en Latinoamérica. Entre las dos pensamos en el quechua, que es algo que tenemos en común las dos. De ahí surgió el nombre de nuestra primera exposición: la Cosecha.
Tras 5 años pudimos presentarnos de nuevo y queríamos que nos recordaran de la primera exposición, por eso la titulamos: Aymuray: La segunda cosecha y el flujo de las estaciones. La exposición está organizada según las estaciones, que son los ciclos de la vida, todo se vuelve a repetir y volvemos a comenzar.
¿Qué significan estos arreglos?, ¿Cómo llegas a pensar en ellos para crearlos?
Con el ikebana he descubierto que todo en la vida es cuestión de una conexión con tu interior. Ahora mismo, venía conduciendo y de repente veo unas plantas silvestres de color azul intenso y me quitan el aliento. Para mí, cuando algo me quita el aliento, es que llega a lo más profundo de mi alma. Dios nos insufló el aliento y así nos dio la vida, así que es por algo que las cosas hermosas nos quiten el aliento.
A diferencia del arreglo occidental, hay algo clave en el Ikebana, el minimalismo, el espacio vacío y la asimetría. En el occidental se utiliza mucho el equilibrio y la simetría, aquí es todo lo contrario, menos es más, y se busca siempre la asimetría y el equilibrio entre el espacio vacío y el espacio ocupado. Ese espacio vacío se le conoce en japonés con el término Ma, que significa algo como pausa, y se refiere al espacio vacío, el silencio en la música, o las reverencias de los japoneses, que, mientras más te reclinas y más silencio guardas, estás demostrando más respeto a la persona a la que estás saludando. Todo este espacio vacío es el que realza la belleza de una curva, de una línea, de una flor, de un botón, de un color.

¿Le sirven estos arreglos florales para decorar y en embellecer la vida judía?
Sí, he hecho algunos por ejemplo de Rosh Hashaná con granadas, uno para Pésaj con una base de pirámide. En una oportunidad me encargaron uno para Yom Haatzmaut, entonces cogí unas tapas azules y las combiné con flores blancas para representar los colores de la bandera. Todo es una posibilidad y es una expresión única y personal profunda d la persona que lo crea. Es parte de ti, de las cosas que tú vas viviendo.
Ahora has pasado de alumna a profesora, ¿cómo es la experiencia de enseñar un arte tan complejo?, ¿cómo son sus clases?
Sí, desde hace 15 años doy clases y talleres. Algunas alumnas llevan los 15 años conmigo, pues el Ikebana es un camino de vida, una filosofía de vida. No es de aprender algo e irte, siempre se aprende, yo sigo aprendiendo, y me encanta eso también, siempre puedes descubrir cosas nuevas, nuevas técnicas. El lema de la escuela Sogetsu es que cualquiera, donde quiera que esté y en el momento que sea, puede hacer un arreglo de Ikebana. El currículum de la escuela tiene 5 libros, y una vez aprendida la técnica, uno tiene esa libertad creativa. Los profesores de la escuela siempre dicen que hace falta poner el corazón en el arreglo, y en Japón las escuelas y el oficio se va heredando de una generación a otra.
