En el complejo y antiquísimo intento de definir nuestra existencia y luego de observar impávidos cómo nuestra búsqueda personal contiene áreas que permanecen muchas veces sin respuestas, nos vamos dando cuenta con el paso del tiempo de que no se trata de una única definición.
La misma va cambiando según pasan los años y se incorporan nuevas experiencias. La propia vida se va transformando, claro, al igual que el cuerpo, las emociones, las creencias…Sin embargo, hay un aspecto constante, que hasta podría ser un intento de definición que se presenta como sutileza sin demasiada descripción ni profundización filosófica sobre todo en Occidente y es que la vida, es un acto de balance.
Así como la Creación refiriéndonos al macrocosmos requirió de tiempo, desatinos, aciertos, arrepentimientos, castigos, misericordia y parámetros varios para alcanzar un equilibrio y permitir la evolución, así también nuestra vida fue atravesando prueba y error hasta poder sentir una relativa y mediana satisfacción en algunas áreas que nos permitieran avanzar.
El crecimiento y el equilibrio son cualidades que numerosas disciplinas místicas e incluso científicas han abordado a lo largo de la historia, y que haciendo honor a ese propósito generaron técnicas y prácticas tanto espirituales como físicas que llegan hasta hoy en día e intentan guiar o mostrar caminos a seguir.
Una de las tantas disciplinas que se ocupan de la evolución del Ser, que describen y ofrecen herramientas para el autoconocimiento y la elevación, es la Cábala entendida como misticismo judío, es decir una forma de comunicación con aspectos divinos proveniente de fuentes hebreas.
En este contexto Cabalá o recepción en hebreo implica recibir “Todo”, todas las energías en sus múltiples formas de expresión, es decir aquello que sea positivo, pero también lo negativo, lo sagrado y lo profano, la luz y la sombra en un proceso de permanente y necesaria acción para el balance.
Aun así, lo importante a esta altura de las revelaciones y luego de algunas décadas en las que estudiosos e investigadores han buceado en su renacer será vivenciar lo que realmente “Es” para cada uno, entendiendo que la suma personal del conocimiento intelectual y teórico de la Cabalá -que es una de las columnas que la sostiene- cobra sentido únicamente si se lo pone en práctica.
Esto significa que el aspirante (que desea acceder a niveles superiores de conciencia) podrá adquirir ciertas cualidades o iniciar un sendero de búsqueda interior cuando se comprometa y vincule con este trabajo de forma práctica y ya no le alcance con leer, atender a cursos o mirar videos.
La idea que se sustenta en cuanto a la enseñanza de la Cábala es lograr la habilidad para que todo aquello que se aprenda pueda ser experimentado, a través de la acción, en la vida cotidiana tomando en cuenta que dichos estudios no otorgan ningún tipo de titulación ni habilitación laboral y que los mismos no finalizan jamás.
Esto incluye una muy amplia gama de temas desde los más elementales hasta los más complejos y que, en apariencia por su vastedad y lejanía son imposibles de abarcar. A pesar de ello, a medida que se pone en práctica lo elemental, el explorador, el iniciado se encuentra cada vez más cerca de aquello que parecía tan ajeno e imposible.
Es cierto que la Cábala tiene algún grado de dificultad, y además, contradiciendo toda regla de marketing no es necesariamente para todos ya que propone un radical cambio en la estructura del pensamiento y de la personalidad. Habrá quienes puedan lidiar con esta enorme transformación y adaptar su vida personal y entorno, también quienes por falta de contexto no la comprendan o no les sirva.
Todavía se presentarán aquellos que no se sienten cómodos o preparados para canalizar, “recibir” y aplicar este conocimiento.
Otros, por pereza o temor de ponerse en contexto judaico, bíblico y lingüístico se autolimitan y, por lo tanto, su capacidad de recepción en algunos aspectos será menor. Esto es, entre variados detalles más minuciosos y dependiendo de la obra que se desee llevar a cabo, lo que los maestros de Cábala refieren a “ser un canal adecuado”.
Lo que no ayuda
Durante siglos la educación formal ha sido determinada por sistemas rígidos y limitada más bien a objetivos cerrados, caprichosos, desequilibrados e inflexibles. Inhumanos, podría decirse.
Educar a las personas que viven en ciudades en temas financieros o a quienes viven en áreas ribereñas a pescar para obtener su sustento jamás formó parte del programa de estudios públicos o privados, de comunidades o países, ni siquiera hoy día de ninguna “ONG” (de las cuales se dice que son entidades de iniciativa social y fines humanitarios que no están asociadas a ningún gobierno, pero las últimas intervenciones de las más reconocidas han levantado sospechas de corrupción).
La educación a la que estamos sujetos y obligados para obtener una arbitraria habilitación social poco tiene que ver con el hombre completo y con su felicidad. Seguir estas reglas, pertenecer al sistema, implica inexorablemente una validación, una comprobación que se rige por estadísticas o avales provenientes de expertos, catedráticos o religiosos cuya probidad -desde esta tribuna cabalística y siguiendo la más fiel tradición judaica- cuestiono a viva voz.
Y a pesar de ello, de la no discernida y lamentable participación masiva en esta ordenanza, no se ve una mayoría feliz y tranquila sino más bien una humanidad tensa, amenazada, temerosa, en muchos casos desorientada o cuanto menos incómoda con su vida cotidiana y al mismo tiempo sumisa siguiendo mandatos despiadados, experimentales y mortales a corto, mediano y largo plazo.
En los últimos años las operaciones psicológicas llevadas a cabo por delegados del Mal con la humanidad entera han dejado en manifiesta e impúdica exposición el sometimiento a dichos ancestrales y represivos sistemas de no representación.
La Cábala propiamente dicha, en principio y en general, no es un estudio “formal”, no tiene una comprobación empírica ni legitimación social. Su autenticidad surgirá en todo caso cuando se presente como efectiva vivencia subjetiva ya que los hechos que acontecen bajo su título suceden en forma individual, simultánea en varios niveles consecutivos, de manera circular, sincrónica o aleatoria, inconsciente en muchos casos y hasta “mágica”, algunos dirían.
Sin embargo, con las nuevas tendencias de estudio de la psique (o alma, en griego), de la física cuántica y de las neurociencias (saliendo del intento reduccionista de que el estudio del cerebro equivale al estudio de la mente) podemos comenzar a vislumbrar algunas pruebas y evidencias de sus efectos a todo nivel.
Algunas personas comienzan a reaccionar (tardíamente, pero es una reacción, al fin) y a alejarse de la pasividad de rebaño, de seguir costumbres, reglas o recetas generales y “probadas” por eminencias científicas para conseguir la felicidad.
Ciertamente que esa fórmula globalista “para todos” ha fracasado: la mayoría aun siguiendo las convenciones multitudinarias y solidarias que supuestamente facilitarán su vida o aliviarán su dolor no se siente libre y dichosa (y últimamente, tampoco sana).
Quizás algunos lo sean un poco. De a ratos. Tal vez en una etapa de su vida, pero en el devenir, en la continuidad, en el consultorio y en la calle aún no se ve una pluralidad en estado de alegría, entusiasmo por la vida y mancomunión.
La creatividad, la honestidad y la intuición llaman a la puerta haciendo recordar su existencia.
Incorporar conceptos nuevos
Para que el proceso de incorporación de conceptos y la transformación de la realidad, por lo menos personal, tenga lugar desde la Cábala hebrea es necesario sumar un riguroso conocimiento intelectual que incluirá el idioma y las fuentes hebreos como mínimo, la Torá, el TaNaJ, el Talmud, literatura apócrifa hebrea y la apertura al desafío emocional y mental a toda índole de “descubrimientos” de nivel íntimo, inconsciente, científico, cuántico y universal.
A efectos de recordar el contexto en el cual se desarrolla y estudia la Cábala cabe mencionar que la Torá es el Pentateuco: los 5 libros de Moisés, el texto que contiene la ley y el patrimonio identitario, base y fundamento del pueblo judío; siendo también la primera sección del Antiguo Testamento.
El TaNaJ, acróstico de Torá, Neviím y Ketuvim, también conocido como Mikrá, es el conjunto de los veinticuatro libros sagrados canónicos en el judaísmo, que además del Pentateuco incluye los libros proféticos y hagiógrafos.
El Talmud es el Código civil y religioso que recoge las principales discusiones rabínicas, también la interpretación oral de la tradición escrita (s.II al VI).
Dentro de la Cábala tenemos luego de décadas de re-definiciones y revelaciones, diferentes orientaciones que siguen, no ya a caudillos, rabinos o maestros, sino grandes temas o propuestas cada una con diferentes estilos y cualidades:
Encontramos grandes divisiones entre los teóricos y los experimentalistas, los meditadores y ritualistas.
Se puede distinguir a los conservadores letristas, que consideran a las letras como arquetipos inefables y canales de energía creadoras del Universo y transformadoras efectivas de la realidad, usuarios de la Gematría que es la simbología numérica hebrea, que contiene permutaciones, sustituciones, combinaciones de letras hebreas o versículos de índole bíblica o espiritual, mantralizaciones en un ritmo y rutina específica, y todas sus posibles combinaciones para obtener significados y autoconocimiento.
También vemos a los teóricos arbolistas que con el Árbol de la Vida y sus aplicaciones como herramienta terapéutica ayudan a ver otras diez caras factorizadas de la posible realidad material y emocional, con sus conjugaciones y revelaciones y la posibilidad de actuar en consecuencia.
La Cábala, además, como lectura interlineal secreta de la Torá y expresión profunda del misticismo judío ha encontrado innumerables maneras de ser comunicada e interpretada. Una por cada judío estudioso. Tal es la versatilidad del texto bíblico que permite dentro de un amplio marco de reglas y preceptos efectuar una interpretación subjetiva y hacer “profundo y personal” el vínculo con dicha sagrada escritura (y con la divinidad) en cualquiera de sus modos de lectura.
Pero, como se intuye, para llegar a la comprensión del nivel secreto y más complejo del TaNaJ, primero habrá que pasar por el aspecto literal, el alegórico, la elevada homilética rabínica hasta llegar al intrincado (y necesariamente abundante e integrativo) escalón esotérico u oculto.
La lectura de la Torá de nivel Sod o secreto, propuesta primaria de la Cábala, demanda del aspirante la posibilidad de comprender y aceptar una exquisita narrativa que rompe el orden de la lectura, lo combina, lo superpone, lo permuta, lo cual no solo modifica el modo lineal de dicha lectura y pensamiento volviéndolo circular, sino que además, transforma la lectura en una creación personal al grado de cuestionar el concepto propio de texto bíblico original.
Esta obra sagrada afirma:
“¡Ay de aquellos que ven en la Ley (Torá) nada más que narraciones simples y palabras ordinarias… Cada palabra de la Ley contiene un sentido elevado y un misterio sublime… Las narraciones de la Ley no son más que la vestidura delgada con la que se envuelve”.
Lo mismo y más enredado encontramos en la lectura de los textos apócrifos que son los textos de origen y autoría inciertos (en este contexto, no canonizados), en la cual los cabalistas se sumergen con pasión a desgranar palabra por palabra, letra por letra, el significado codificado, hundiéndose en las formas escritas y los espacios en blanco.
Un nivel de lectura es íntimamente interdependiente del otro y la adquisición de conocimientos es inevitablemente gradual y repetida, ya que el mismo texto leído a los 30 años no se “recibe” igual que a los 45.
Se suceden factores cronológicos inexorables, cambios importantes en la evolución del aspirante, diferentes formas de estudio, transformaciones en los hábitos mentales y la conducta, la predisposición para aumentar el caudal de contenidos insondables incluyendo la exploración de otras materias desde las científicas hasta las religiosas y místicas de toda la humanidad.
Que la masa crítica o los empresarios de la Cábala “deseen” que dicho magno conocimiento sea accesible y “fácil” y que no haga falta leer la Torá o tener idea del Talmud o del idioma hebreo; o que las palabras hebreas sean traducidas y pronunciadas en fonética inglesa por los hispanoparlantes porque así aparecen impresas en un libro traducido del inglés, y sin ánimo de emitirlas correctamente, es una simplificación que es aprovechada por quien intenta lucrar con el misticismo judío.
Es así como, en particular, la exploración del tema “fundamento” de la Cábala que es las letras o arquetipos hebreos (u Otiot Iesod) no forman parte de la masividad y éxito que tienen otros asuntos más de moda.
Por eso, quien cree haber llegado a un área culminante de sus estudios de Cábala y pretenda meditar o repetir fórmulas o acceder al Zohar, por ejemplo, sin haber abierto el texto bíblico se verá inexorablemente obligado a retornar, leer y desgranar, profundizar y elaborar, en un vergonzoso favor a sus rápidos intentos de ósmosis espiritual al libro más importante de Cábala jamás escrito: la Torá, comenzando por el Génesis, o por lo menos por el primer capítulo. O versículo. O palabra. O letra.
Ruth Percowicz es investigadora de misticismo judío, periodista, docente y terapeuta junguiana desde hace más de 25 años. De origen argentino, ahora reside en España en donde integra sus conocimientos y exploraciones por medio de la escritura y la atención personalizada. Autora de “La Rosa del Sharon – Meditaciones y Secretos de la Cábala” y numerosos cursos presenciales, online y artículos relacionados. Creadora del método “Cábala Terapéutica” para el balance y el crecimiento personal y espiritual a través de herramientas como el Árbol de la Vida, letras hebreas y meditación.