Triángulo rosa: el colectivo LGBTIQ+ otra víctima del nazismo

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Si bien el programa de exterminio de los nazis puso su foco principal en lxs judixs europeos; hubo otras víctimas: opositores políticos, gitanxs, testigxs de jehová, discapacitadxs, homosexuales, entre otros. La lógica del nazismo abarco a estas minorías como parte de la imposición de un proyecto político, económico y cultural.

Como en el caso de lxs judixs, el sentimiento antihomosexual era previo al nazismo. Un sentimiento preexistente en la sociedad occidental del cual no era ajena la población europea. Además, junto a ello el Código Penal Alemán de 1871– a diferencia de otros estados europeos modernos- condenaba las “relaciones entre hombres” en su Parágrafo 175.

Asumido Hitler como canciller (1933) las primeras medidas se pusieron en acción: clausura de lugares de encuentro (bares, cabarets, cafés, etc.), cierre de periódicos y revistas homosexuales, persecución de los movimientos y organizaciones feministas y homosexuales, quema de libros, etc.

Lo mismo la comunidad homosexual no se imaginaba que en ese Berlín tolerante hasta ese momento fuere a suceder lo que luego sucedió. En 1934 Hitler decide descabezar la opositora y creciente SA al mando del Comandante Ernst Rhöm, gay confeso y militar de gran liderazgo, asesinando a él y a sus acólitos en lo que se dio a conocer como la “Noche de los cuchillos largos” o la “Operación Kolibri”. Dejando la operatoria represiva en manos de Heinrich Himmler líder de las SS que como señala el periodista e historiador Richard Plant[1] será a partir de allí el gran inquisidor. Las cosas comenzaban a cambiar de rumbo abruptamente para gays y lesbianas.

Apenas un año después, el nazismo reconfigura el corpus jurídico del régimen a través de las Leyes de Nüremberg. Dentro de esas reformas llevadas a cabo por un Reichstadt (Parlamento) cómplice, se modifica y agrava el Parágrafo 175 del Código Penal Alemán, imponiendo penas más duras, la posibilidad de detención y deportación de los homosexuales masculinos y condenando hasta el delito de “seducción” entre otros. Esta reforma se logró luego de una feroz discusión dentro del nazismo de si se debía penar también la homosexualidad femenina, desechándose esta opción considerando que las mujeres homosexuales eran “reeducables”.

Para encontrar la clave del encono particular del régimen con los homosexuales varones debemos pensar que en 1936 se crea la Oficina del Reich para combatir el aborto y la homosexualidad. Es decir que el afán expansionista y reproductivista en palabras de Himmler se veía impedido por esos homosexuales que pervertían a la nación alemana impidiendo la procreación de la raza superior. Recuperando así la idea heredada de que la homosexualidad era un vicio o una enfermedad.

Sin embargo, no solo los homosexuales alemanes y/o arios fueron deportados y vejados también lo fueron los de los territorios anexados y ocupados.

Las lesbianas si bien no fueron incluidas dentro del Parágrafo  175 fueron perseguidas y deportadas a los campos de concentración y exterminio. Señala la historiadora Claudia Schoppmann[2] que se destaca esto en el detallado fichaje que se hacía de ellas anotando junto a su militancia política o al motivo central de su detención la anotación de homosexual o lesbiana, destacando esta situación identitaria en particular para ser atendida en forma especial dentro de los campos.

Luego, más adelante, se comenzarán a marcar a lxs detenidxs en los campos a través de triángulos (Rojo, Verde, Violeta, Marrón, etc.) o la estrella de David en el caso de lxs judixs; como parte del proceso de humillación y deshumanización. A los homosexuales varones se les destinará el triángulo rosa y las lesbianas serán señaladas en muchos de los casos por el triángulo negro que identificaba a lxs vagabundxs, lxs asociales,  lxs prostitutxs y en un comienzo a lxs gitanxs.

Lxs nazis utilizaron los registros policiales heredados del gobierno anterior, la delación, las declaraciones forzadas, la extorción; para proceder a las detenciones (y en algunos casos los juicios expeditos) o simplemente las deportaciones.

Los homosexuales ocupaban la jerarquía inferior en los campos según testimonios, por lo cual eran – en algunos casos- segregados en las barracas, sometidos a humillaciones y vejaciones, destinados a los trabajos  esclavos más duros. En algunos campos, se dejaba la luz prendida para evitar que los Triangulo Rosa ejercieran “sus perversiones” por la noche ya que se pensaba que su “desviación” tenía la tendencia “incontrolable a la masturbación”.

Como señala en el texto ficcional “Adiós a Berlín” el escritor Christopher Isherwood[3], el pasaje de la República Constitucional de Weimar, donde circulaban en forma clandestina y tolerada lo que Clayton Whisnant[4] da en llamar la “escena gay-lésbica” con cierta libertad, a la persecución sistemática de los homosexuales varones y las detenciones de numerosas lesbianas. El cercenamiento paulatino de derechos y las detenciones, las deportaciones y las muertes.

Todo este proceso fue silenciado. Solo testimoniado por un puñado de sobrevivientes.

El primer testigo en hablar fue Leo Classen[5] en la década de los cincuenta, en un periódico homofilo de circulación cerrada entro de la comunidad gay, dado a conocer en español hace pocos años por Carlos Valdivia Biedma. Pero el testimonio más conocido vio la luz en la década de los setenta en voz de Heinz Heger[6] que era en realidad el nombre literario de   quien contaría la historia del austriaco Joseph Kohout. Este libro publicado en alemán no tuvo notoriedad en su época hasta ser publicado en inglés y receptado por Sean Mathias para producir primero la obra de teatro y luego la película “Bent” (ya en la década de los noventa) de gran repercusión internacional.

Luego de ese testimonio, y coincidente con la explosión de testimonios de sobrevivientes del Holocausto  que despertó la película “La lista de Schindler” y la creación de la Shoah Foundation, las voces acalladas empezaron tímidamente a ocupar el espacio público. El alsaciano francés Pierre Seel[7] con su libro “Yo deportado homosexual” que da cuenta de los horrores sufridos durante su detención en el campo de Schirmeck- Vorbück, su lugar como soldado esclavo en la guerra y los avatares de su vida posterior a la Segunda Guerra. El judío sionista alemán GerhardGad “Beck[8] que en “Una vida clandestina: la vida de un gay judío en la Alemania nazi”, aún no publicado al español; y su posterior vida en el estado de Israel y su vuelta a Alemania, conjugando sus dos pertenencias: judía y gay. Y el testimonio del que se considera el último sobreviviente del Triángulo Rosa: el checo, Rudolf Brazda[9] que llegó a marchar en Berlín en una Marcha del Orgullo. Y apenas un escaso puñado de testimonios más.

Pocos libros o artículos recuperan la historia de los triángulo rosa, pocos van más allá de lo descriptivo y analizan la situación del colectivo LGBTIQ+ durante el nazismo. La mayoría de las producciones están en alemán o en inglés. Escasos textos en francés, italiano y portugués. Pocos en español. Escasos, dispersos, incompletos, no reeditados, inconseguibles. La filmografía también es mínima. La documentación no abunda.

Pero: ¿por qué decimos que al régimen nazi le interesaba particularmente la persecución de los homosexuales masculinos? Y no era este un capricho de Himmler o de Rudolf Höss o aún de Hitler. Bien se sabe que los nazis meticulosos en el fichaje, eran renuentes a escribir sus prácticas horrorosas en documentos oficiales o aún las directivas destinadas a las persecuciones.

No olvidemos que parte del programa político del nazismo tenía que ver con la reproducción de la raza aria para poblar la gran Alemania extendida que pregonaban como el Anschluss. Lo homosexuales eran un impedimento para ello. Es así como en una operación de recuperación de las razones de su persecución basada en la homofobia ancestral que hacía a los homosexuales portadores de “desviaciones”, una “enfermedad” que en su caso era “contagiosa” y que debía ser curada o erradicada. Por ello generan la clasificación seudocientífica según la cual había homosexuales congénitos (es decir no tenían estos ni remedio ni cura) por lo cual debían ser eliminados,  y homosexuales “contagiados o contaminados[10] por haber estado en contacto con estos “pervertidos congénitos”, estos si podían ser curados mediante tratamiento psiquiátrico y médico. Serán estos últimos el objeto de los numerosos experimentos médicos llevados a cabo por los médicos del Reich. Siendo uno de los más notables el medico danés Carl Väernet con sus experimentos de castración e implementación de una glándula de testosterona.

Las lesbianas, dijimos, también fueron objeto solapado de persecuciones. Si bien la mujer para el régimen ocupaba un rol secundario en el hogar, en labores “femeninas”, eran consideradas cuerpos gestantes. Es decir una mujer aria aun siendo lesbiana podía procrear y cumplir con el mandato reproductivista del Tercer Reich. En su caso, serán detenidas y deportadas a los Lager y marcadas por el triángulo negro de las asociales. Como indica Schoppmann en su interesante libro Days of the masquerade algunas lesbianas detenidas en el campo de mujeres de Ravensbrück eran destinadas como prostitutas a otros campos de detención de homosexuales y servían al proyecto de la “cura” de los homosexuales por el nazismo.

Pero: ¿por qué se supo tan poco al respecto?, ¿por qué hubo tan pocos testimonios? No olvidemos que el Código Penal Alemán de 1781 reformado por el nazismo con el gravoso Parágrafo 175 que condenaba la homosexualidad masculina estuvo plenamente vigente hasta 1968 en la República Democrática Alemana y 1969 en la República Federal Alemana. Y recién en la década del noventa será derogado definitivamente. Es decir que los sobrevivientes aun recuperando su libertad eran condenados por el sistema penal. Y en su caso, como sucedió con el francés Seel no podían accionar porque había sido condenado por la ley vigente en el momento de su detención. Pierre Seel murió litigando por conseguir la compensación que le correspondía como víctima de los horrores del nazismo. Otros cambiaron su vida, se casaron en matrimonios de conveniencia, se convirtieron en religiosxs, se exiliaron, quisieron olvidar todo lo doloroso vivido, callaron.

Veamos que sucedió con los memoriales que recuerdan a las víctimas LGBTIQ+ del nazismo. Recién en la década del ochenta comienzan a surgir en Alemania, dentro de algunos campos placas recordatorias, tímidas colocadas en una pared, triángulos rosa de granito. También a fines de los ochenta en los Países Bajos se erige el Homomonument que conjuga la memoria de las víctimas con la del memorial de los judixs neerlandesxs asesinadxs, la casa de Ana Frank y el local de la primera organización LGBTIQ+ de Ámsterdam; todo esto al lado de uno de los canales en un enorme triángulo rosa. Luego, ya en los noventa,  empezaran estos memoriales a ocupar el espacio público en las ciudades alemanas, las plazas, la vera del río, etc. A replicarse en otros países, otras ciudades: San Francisco, Chicago, Barcelona, Roma, Turín, Sitges. Ya en este siglo en Sídney. Montevideo, Rosario. En el Tiergarten de Berlín recién en 2008, poco más tarde en Tel Aviv.

Finalmente, recordamos el testimonio de Kitty Fischer que Ken Seterrington menciona en su libro “Branded by the Pink Triangle”[1]. Kitty junto con su hermana llegó hacinada en un vagón de ganado a Auschwitz, la arrojaron a las inmundas letrinas, allí encontró a un hombre que las socorrió. El hombre llevaba un triángulo rosa invertido en su pecho. Kitty preguntó, mientras su hermana menor señalaba con el dedo, por qué lo llevaba. El hombre le indicó que lo obligaban a llevarlo. Ella creyó que era un código indescifrable. Recordó esta imagen toda su vida. Luego el hombre se fue, y al volver, les trajo bajo el abrigo dos papas horneadas. Y así fue todos los días que ellas estuvieron en el campo hasta que fueron liberadas. Kitty no volvió a ver nunca más al hombre del triángulo rosa pero jamás olvidó esta historia. Cuando recuperó su vida y pudo emigrar a Australia y finalmente se estableció en Sídney bregó por construir un Monumento en Memoria de los Gays y Lesbianas Víctimas del Holocausto. En 2001 se realizó el monumento en el hermoso Parque Green cercano al Museo del Holocausto Judío de Sídney, cerca también de un hospital y una escuela de arte.  El monumento juega con la intersección de triángulos rosa enormes y pequeños triángulos negros. En el triángulo rosa principal que es enorme Kitty Fischer hizo escribir lo siguiente:

Nosotros recordamos a aquellos que han sufrido o muerto en manos de otros

Mujeres que habían amado a otras mujeres

Hombres que habían amado otros hombres

Y aquellos que rechazaron los roles que la sociedad les demandaba

Nada podrá quitar

Sus muertes de nuestras memorias

Kitty no olvidó, construyó sobre ese recuerdo, le dio sentido. Nosotrxs no olvidamos, recuperamos el legado de esos hombres del triángulo rosa, tímidos, silenciosos, que de algún modo hacen memoria. Y restituyen, a través del dispositivo de la “justicia de género” la voz de aquellxs que fueron acallados como víctimas del nazismo.

[1] Ken Setterington, “Branded by the Pink Triangle”, Second Story Press, 2013.

[1] Richard Plant, “The Pink Triangle, the nazi war against homosexuals”, Holt 1986

[2] Claudia Schoppmann, “Days of the masquerade, life stories of lesbians during the Third Reich”, Columbia Univ. Press, 1996.

[3] Christopher Isherwood, “Adiós a Berlín”, Acantilado, 2014.

[4] Clayton J. Whisnant, “Queer Identities and Politics in Germany, a History 1880-1945”, harrington Park Press, 2016.

[5] Leo Classen, “Y Leo Classen habló, primer testimonio de un triángulo rosa” Edición de C. Valdivia Biedma, Egales, 2021.

[6] Heins Heger, “Los hombres del triángulo rosa: memorias de un homosexual en los campos de concentración nazi”, Madreselva  2019.

[7] Pierre Seel y Jean Le Bitoux “Pierre Seel, deportado homosexual”, Bellaterra, 2001.

[8] Gad Beck, “An underground life, memoirs of a gay jew in a nazi Berlin”, The Wisconsin University Press, 1999.

[9] Jean-Luc Schwab, “Rudolf Brazda, itinerario de un triángulo rosa”, Alianza, 2011.

[10] Günter Grau, “Hidden Holocaust? Gay and Lesbian persecution in Germany 1933-45” Routlegde, 1995.

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