Jerusalén – Tammy Gottlieb – Vicepresidente de Women of the Wall
Me uní a Women of the Wall en 2008, después de escuchar en las noticias que una mujer había sido arrestada por llevar un talit en el Kotel. Como alguien que creció en una sinagoga conservadora e igualitaria, donde tanto mujeres como hombres usan talit de forma aceptada, sentí que debía luchar contra ese arresto tan injusto

En 1988, un grupo de mujeres acudió a una conferencia en Israel: una conferencia de mujeres feministas religiosas. En ella participaron mujeres de todas las corrientes del judaísmo: reformista, ortodoxa y conservadora. Durante la conferencia coincidió Rosh Jodesh (el comienzo del mes hebreo), y un grupo de mujeres quiso celebrar un servicio festivo de oración por Rosh Jodesh solo para mujeres. Pidieron al hotel un rollo de la Torá y una sala para poder llevar a cabo la oración, e invitaron a mujeres de Jerusalén a unirse.
Un día antes del servicio, el supervisor de kashrut (normas alimentarias) del hotel se enteró de que el dueño del establecimiento pensaba prestar un rollo de la Torá al grupo de mujeres, y se lo prohibió. Le advirtió que, si lo hacía, el hotel podría perder su certificación kosher. El director del hotel no tuvo más opción que decir a las mujeres que no les prestaría el rollo de la Torá. Las mujeres, aunque decepcionadas, supieron convertir la adversidad en una oportunidad. Como se trataba de un minyán (quórum) de mujeres, dijeron: “Estamos tan cerca del Muro Occidental, vayamos a rezar allí, en la sección de mujeres”.
En la mañana de Rosh Jodesh Jeshván de 1988, el grupo llegó a la sección femenina del Muro y comenzó a rezar, pero descubrieron que no era tan sencillo como pensaban. Las mujeres que ya estaban en la sección se sorprendieron por la ruptura del silencio que reinaba en el lugar y comenzaron a atacarlas por alzar la voz en público. Los hombres de la sección masculina también se dieron cuenta de que algo ocurría en la parte de mujeres y comenzaron a agredir a las orantes. El grupo, sintiéndose atacado, abandonó el lugar tras realizar solo una parte de la oración.

Las mujeres israelíes que formaban parte de ese grupo quedaron conmocionadas. No podían creer que en su propio país fueran expulsadas de un espacio público por hacer oír su voz en oración. Se sintieron avergonzadas ante sus amigas del extranjero —sus hermanas de la diáspora— y humilladas. Fue entonces cuando decidieron fundar Nashot HaKotel (Women of the Wall, Mujeres del Muro). A partir de ese momento, regresarían cada Rosh Jodesh para hacer oír su voz en ese espacio público, que es una plaza pública y no un lugar privado, para dejar claro que en Israel también se pueden escuchar públicamente las voces de las mujeres.
Desde entonces, Mujeres del Muro ha regresado durante 37 años cada Rosh Jodesh a la sección femenina del Muro para celebrar un minyán femenino. Participan mujeres de todas las corrientes del judaísmo: reformista, conservadora, ortodoxa y laicas. Su misión se centra en alcanzar los “4T” para las mujeres en el Kotel: el derecho a usar tallit (manto de oración), colocarse tefilín (filacterias), dirigir la oración pública (tefilá), y acceder a los rollos de la Torá. Tras una serie de importantes batallas legales, el movimiento ha conseguido los tres primeros derechos, pero sigue luchando por el acceso de las mujeres a los rollos de la Torá, una práctica actualmente restringida por quienes imponen políticas conservadoras en el lugar. Esta lucha representa un esfuerzo más amplio por defender el pluralismo y la igualdad de género en la sociedad israelí.
Mujeres del Muro se enfrenta a dos grandes problemas. El primero, la violencia, sin freno, por parte de otros fieles y del público que acude a manifestarse en su contra porque no creen que una mujer deba rezar en voz alta, usar un tallit, ponerse tefilín o leer de la Torá.
El segundo obstáculo son las autoridades. La Fundación del Patrimonio del Muro Occidental es quien gestiona el lugar. En los primeros años, esta misma fundación expulsaba a las Mujeres del Muro, alegando que su oración “alteraba el orden público”. Hoy en día, una y otra vez, no utiliza su autoridad para proteger a las fieles de los agresores; incluso va más allá y trata de frenar sus actividades con revisiones exhaustivas a la entrada, usando megafonía para silenciar su rezo, y confinándolas en zonas específicas para separarlas de los violentos, en lugar de expulsar a los agresores.

Yo me uní a Mujeres del Muro en 2008, después de oír en las noticias que una mujer había sido arrestada por llevar un tallit en el Muro. Como alguien que creció en una sinagoga conservadora igualitaria, donde tanto hombres como mujeres usan tallit, sentí que debía luchar contra ese arresto tan absurdo. Al unirme, conocí a un grupo maravilloso de mujeres de todas las corrientes del judaísmo. Fue una oportunidad para rezar junto a mi hermana reformista y mi hermana ortodoxa, hombro con hombro, algo que normalmente solo hacía en mi sinagoga conservadora.
Me enamoré de este grupo de Mujeres del Muro: de la oración, de la hermandad, y también de la lucha. Comprendí que la presencia de Mujeres del Muro en el espacio público muestra a la sociedad israelí que hay más de una forma de ser judía, y que las mujeres también pueden asumir la responsabilidad y la propiedad de su identidad judía del modo que elijan.
He estado activa en Mujeres del Muro desde la primera oración a la que asistí en 2008, es decir, desde hace casi 17 años. Durante este tiempo aprendí a ser una activista feminista religiosa, a luchar por un futuro justo y pluralista para el Estado de Israel, y a no permitir que las voces extremistas triunfen.

Este camino no es fácil. El odio que se nos muestra alcanza nuevos niveles con cada ciclo electoral y cada periodo de inestabilidad política en Israel. Más de una vez he vuelto de rezar con moratones en el cuerpo provocados por la violencia de personas que simplemente me odian. Y las denuncias que presento ante la policía se archivan una y otra vez. Al mismo tiempo, Mujeres del Muro también lucha en los tribunales y en la Knéset para dejar claro que el Estado de Israel no puede tolerar esta situación indecente e inmoral.
Nuestro camino no es fácil, pero es el correcto si queremos preservar a Israel como un hogar para todos los judíos del mundo.
El grupo Mujeres del Muro me renueva la fuerza cada mes para seguir creyendo en las personas, para seguir creyendo en la amistad y en la oración por el bien de todo el pueblo judío.
Tammy Gottlieb

Tammy Gottlieb es la vicepresidenta de Mujeres del Muro, organización que lucha por el derecho de las mujeres de todas las corrientes del judaísmo a rezar según su propia tradición en el Kotel. Tammy también es miembro del Comité Ejecutivo de la Organización Sionista Mundial, en representación del Movimiento Masortí/Conservador global, así como directora de Signing Anew, una ONG israelí que apoya a organizaciones de acción social que promueven los valores democráticos consagrados en la Declaración de Independencia de Israel. Además, forma parte del órgano de gobierno de la Dirección de Rehenes y Familias de Rehenes de la Organización Sionista Mundial, que supervisa la implementación de programas oficiales del gobierno israelí destinados a los rehenes liberados y sus familias.
A lo largo de toda su carrera, Tammy ha trabajado para construir un Israel judío y democrático que sea un hogar acogedor para cada judío. Criada y formada en una congregación masortí en Rejovot, Tammy sirvió como soldado de combate en el Batallón Caracal de las FDI, en una época en la que pocas mujeres se unían a unidades de combate. Posteriormente trabajó como directiva en el movimiento juvenil NOAM del Movimiento Masortí, así como en la dirección ejecutiva del Movimiento Masortí en Israel. Actualmente reside en Jerusalén, y posee una licenciatura en Ciencias Políticas y Comunicación por la Universidad Bar Ilán y un máster en Estudios Judaicos por el Instituto Schechter.