Mikołaj Grynberg, escritor, “En mi familia preguntamos sin sentirnos aterrorizados por las respuestas”

Mikołaj Grynberg, Polonia Judíos Voces
Mikołaj Grynberg. newsweek.pl

Resuenan las voces de los judíos de Polonia, de antes y de ahora. Es un aviso contra los autoritarismos y el antisemitismo que vuelve a recorrer Europa.

Un brazo muerto del río

He conocido Polonia en varias épocas del año, con un frío aterrador de principios de enero en Varsovia caminando hacia la gran Sinagoga. He disfrutado del verano en el país con una suave brisa con olor a mar en Gdansk. Es un país bello y también lo es la herencia que el pueblo judío ha dejado en el país. Pero también sobre su superficie y profundidades descansan todavía millones de víctimas del nazismo, de la Shoá y de la Segunda Guerra Mundial. En este sentido, el paisaje y los colores del verano polaco se oscurecen cuando uno se queda a solas en mitad de Auschwitz intentando comprender cómo fue posible y cómo es posible. Algunas de esas respuestas, explicaciones y vidas se encuentran en en el libro de Gynberg, UN BRAZO MUERTO DEL RÍO.

Como escritor de ficción y no ficción, ¿dónde escarba para buscar estas historias que recoge en Un brazo muerto del río?

Empecé en la no ficción. Escribí un libro sobre entrevistas con supervivientes de la Shoá, la generación de mis abuelos. Fui a Israel y entrevisté a parejas. Me senté a la mesa con ellos, me dieron galletas y me pellizcaron las mejillas, luego pasaron a contarme sus testimonios.

Mi segundo libro trata sobre la segunda generación, gente como yo. Viajé de nuevo a Israel, Europa y Estados Unidos. A veces me encontraba con gente que me decía, “¿cómo se te ocurre preguntar eso a mi madre?”. Y respondía con una pregunta, “¿a caso no quieres saber qué pasó”? 

Entonces ya tuve suficiente, era el momento de contar mis historias. Quería construir mis personajes, mi propia dramaturgia, y no quería que fuera muy largo. Entonces nació este libro Un brazo muerto del río. Si es verdad o no es verdad, ya es demasiado tarde para saberlo.

Son demasiadas tumbas judías para un grupo minúsculo de población judía en Polonia

Mikołaj Grynberg
El padre y el bisabuelo de Mikołaj Grynberg, Gueto de Varsovia 1940

¿Cree que Polonia está repensando la Historia de sus judíos?

Hay una parte de los polacos que lo están intentando, trabajando arduamente para cambiar su perspectiva de la Historia, para cambiar lo que nos dijeron y lo que nos enseñaron durante la época comunista del país sobre la Shoá y la guerra. Entonces nos contaban que no hubo judíos asesinados, solo polacos. Tenemos una larga y fuerte tradición antisemita y todavía pervive. 

Sin embargo, Varsovia tiene uno de los mejores y más grandes museos judíos del mundo, el Polin.

Tenemos muchas paradojas en Polonia.

Si usted pudiera definir en pocas palabras cómo es la relación entre los polacos y Polonia con los judíos, ¿qué le viene a la mente?

Esto es complejo en dos palabras. Pero diría que hay dos grandes momentos. Uno fue después de 1989 con la caída del comunismo cuando nos convertimos en una democracia. Durante el gobierno comunista no estaba permitido el antisemitismo en público. La gente solía decir cosas antisemitas en casa, con sus familias No estaba bien visto ser antisemita.

Y otro momento es el democrático. Sin embargo en democracia, cuanto más se escora el gobierno a la derecha , el antisemitismo es permitido en público. El mismo día que ganan las elecciones, una ola de antisemitismo y de odio crece rápido, y lleva años o décadas parar eso.

La frase que repiten es, “al final, este es nuestro país, ¿qué hacéis aquí?”. Sin embargo, los judíos en Polonia hemos estado aquí durante 1.500 años, claro; tenemos el museo judío Polin, y antes de la guerra éramos más de 3 millones. Ahora tenemos más tumbas que personas. Son demasiadas tumbas judías para un grupo minúsculo de población judía en Polonia. 

POLIN
Museo Polin, Varsovia. fot. M. Starowieyska, D. Golik/Muzeum Historii Żydów Polskich POLIN

Parece que hemos descubierto otra paradoja aquí. Como mencionaba antes, la población judía de Polonia era extraordinariamente mayor que la actual, como en el resto de Europa, pero antes o bien no había democracias en Europa o las democracias no eran tan garantes como ahora. Polonia hoy está dentro de la Unión Europea, tenemos las mejores democracias del mundo, sin embargo ya no hay población judía y el antisemitismo está en niveles nunca vistos desde los años 30. Los estereotipos, la violencia y el odio siguen ahí. ¿Por qué?

La pregunta es, ¿qué es más fuerte el estereotipo o la evolución de los países hacia las democracias? El fenómeno polaco es que “no hay judíos en Polonia”. Estadísticamente Polonia tiene 38 millones de habitantes y menos de 15.000 judíos. Entonces consideran que “no es un número importante”.

Pero si usas la carta antisemita durante las elecciones, puedes estar más que seguro que las ganarás. Aquí la paradoja es otra vez la misma, incluso cuando tu oponente político no es judío, puedes inventarte que su apellido original en la familia era judío. Pueden nombrar a alguien como judío y esa persona pierde las elecciones.  Aquí en el libro tienes la historia de dos hermanos que van al rabino a obtener una prueba de que no son judíos y la historia de Clementina. 

¿Por qué se decantó por este formato? Para mi ha sido como un mapa con un montón de gente hablando, víctimas de la guerra, gente corriente, de varios países. 

El libro son monólogos, ellos te hablan. Puedes ver una fila de personas yendo hacia ti, hacia el lector o hacia el escritor diciendo “escucha, tengo una historia y tu respondes, tengo cinco minutos” y así una tras otra. 

Mi idea fue dotar a cada uno de ellos de voz, darles una plataforma para ser escuchados, darles lenguaje. Cada personaje tiene diferentes lenguajes, a veces el tipo de lenguaje dice más que el propio contenido. 

Tuve que cambiar de colegio porque fui golpeado por ser el único chico que no hizo la comunión

¿Qué persigue usted en estas historias con personajes tan diferentes?

La situación de los judíos polacos es diferente de la de los judíos de la diáspora o los que viven en Israel. Nosotros vivimos en un cementerio, eso es lo que nos dicen. Durante años los judíos polacos no fuimos bien tratados sobre todo por Estados Unidos o Israel. “¿Cómo se te ocurre vivir ahí? nos preguntaban, nosotros respondíamos, este es nuestro país, no solo un cementerio. 

Recuerdo siendo adolescente que viajar a otros países no era fácil desde un país comunista y cuando me presentaba otros judíos siempre era lo mismo “¿Eres judío?, ¿eres de Polonia?, ¿qué haces ahí? Esto es como una traición.

Cuando cruzaba esos comentarios despectivos con mi propia historias o la de mis abuelos que fueron supervivientes de la Shoá, era triste. Por ejemplo,  tuve que cambiar de colegio porque fui golpeado por ser el único chico que no hizo la comunión.  Pero tenemos otra paradoja. Al mismo tiempo Polonia está atrayendo a decenas de miles de turistas, que visitan la herencia judía y Auschwitz. 

En el libro se oye una voz de fondo, una especie de murmullo constante, alguien contando secretos, mostrando hechos escondidos, incluso se aprecia cierta identidad judía, que no emerge. ¿Cuál es la función de esa voz que acompaña al lector?

El vehículo de la identidad oculta es muy repetitivo en las historias de familias judías después de la guerra. A día de hoy conozco familias que son  judías y no lo saben. Mis abuelos me dijeron que los suyos eran judíos antes de la guerra. Algunos sobrevivieron y decidieron quedarse en Polonia y experimentar qué es ser judío en Polonia escondiendo su identidad para proteger a sus hijos, para darles una nueva vida sin esa “desventaja” de ser judíos. 

¿Cómo lo hicieron?

Es lo más sencillo que te puedas imaginar. Decidieron proteger a sus hijos después de la guerra. Punto.

En el libro se centra sobre estas familias y sobre sus secretos. ¿Cuántos posibles judíos hay en Polonia que no saben sobre sus ancestros judíos?

Mi sueño es hacer un test de ADN a todo el país. Entonces habría un silencio que duraría décadas (se ríe). Hay muchísimos judíos aquí. Tienes familias mixtas e incluso personas que descubren que tienen herencia o ancestros judíos. Era un tabú en la familia y nadie sabía nada: alguien que mató a alguien, una violación…cosas así. 

Ahora las generaciones más jóvenes están indagando en los archivos, en los papeles que tienen en casa o incluso por lo que les cuentan los abuelos de sus amigos y descubren algo. Entonces es muy tarde para preguntar a tus abuelos porque ya se han ido. La gente sufre porque no sabe qué es ni qué hacer ni qué significa. Lo primero que hacen es ir a un rabino. com 

The Emanuel Ringelblum Jewish Historical Institute
Ejemplo de archivo familiar, Varsovia. ©The Emanuel Ringelblum Jewish Historical Institute

¿Cómo suelen terminar esta historia que menciona, la de una persona nacida y crecida en una familia católica que se va a charlar con un rabino?

Pueden acabar mal o incluso ser peor. Se puede vivir en una familia católica o no-católica pero que son profundamente antisemitas y descubren que son judíos, entonces pasan a odiarse a ellos mismos. Algunos van a la sinagoga y preguntan al rabino, “¿qué debería hacer, qué puedo hacer?”. El judaísmo no es un religión misionera -aunque baste decirlo, ¿y por qué no?- una vez que ya están ahí, incorpóralos.

Hay una parte de libro donde en pocas líneas se describe un sentimiento profundo de rechazo hacia los judíos y al mismo tiempo contradictorio. Se dice que los judíos deberían estar agradecidos a Casimiro El Grande por abrir las puertas de Polonia a los judíos hace 600 años se sigue culpando a los judíos porque se dice que dieron la bienvenida al Ejército Rojo que invadió Polonia. Argumentan que es por eso por lo que los judíos deberían irse de Polonia.

Sí, ese es el truco, “se abrieron las puertas y 600 años después nos engañasteis”. Eso es lo que dicen. 

¿Cómo se sostiene también este paradójico argumento?, sois bienvenidos pero también traidores. 

Esto es un trabajo para los científicos no tanto para un escritor. El antisemitismo más básico que es el que sigue diciendo “vosotros matasteis a Jesús”. Y esa historia es válida para ellos. Cuando era un niño me pegaban porque había matado a Jesús, y yo no sabía quién era, y en el siguiente golpe ya no tuve que admitir que era judío. Me pagan.

Pero también hay más capas sobre todo esto. La capa más difícil fue después de la guerra con el regimen comunista donde muchos judíos participaron y tenían cargos en lugares tan delicados como terribles como la policía secreta, la policía política o el Ministerio de Defensa. La gente ya te puedes imaginar qué pensaba de los judíos y me puedo imaginar por qué. 

Cuando la gente en Polonia empieza a acusarnos de que los judíos estuvimos en el servicio secreto y que fuimos un 20 o 30% del cuerpo yo les respondo con otra pregunta, ¿Y el resto? Entonces se dan la vuelta y me dicen que me vaya, que no quieren hablar conmigo.

Muchos soldados de las Brigadas Internacionales que fueron a España a luchar en la Guerra Civil en 1936 fueron judíos de todas partes de Europa, entre ellos mi abuelo Félix Guterman y mi tío Henryk que lo mataron en marzo de 1938 cerca de Calpe

¿Por qué algunos judíos querrían pertenecer al servicios secreto comunista en esos años?

Eran comunistas. Soñaban con la igualdad para todo el mundo, eran comunistas antes de la guerra. Algunos que eran más inteligentes y otros menos. Algunos se dieron cuenta que esa idea era un error, que no funcionaba y que causó problemas y muerte. Otros después de vivir la experiencia bajo los nazis, prefirieron vivir con este lado que en el otro, en el fascismo.

Por ejemplo muchos soldados de las Brigadas Internacionales que fueron a España a luchar en la Guerra Civil en 1936 fueron judíos de todas partes de Europa, entre ellos mi abuelo Félix Guterman y mi tío Henryk. Mi abuelo murió en un campo de concentración y a mi tío lo mataron en marzo de 1938 cerca de Calpe.

Mikołaj Grynberg

Cada personaje del libro tiene diferentes lenguajes, a veces el tipo de lenguaje dice más que el propio contenido

Ya que menciona a su familia, le quiero preguntar por esta observación tan inteligente que hace en el libro. Dice que hay dos tipos de familias, las que guardan fotos y las que no. ¿Dónde está lugar como escritor?

Después de la guerra hubo silencio en las familias. Nadie hablaba sobre lo que había ocurrido. Los niños no sabíamos lo que había pasado, y sabíamos que no podíamos preguntar nada al respecto. Así es como se transfiere el trauma, epigenética pura, y funciona.

Hay otro segundo grupo de familias, las que hablaban demasiado y decían cosas como “¿no quieres terminarte la sopa, yo hubiera matado por esa sopa en Auschwitz”. Todo el tiempo Auschwitz, Auschwitz, Auschwitz..Treblynka, Treblynka, Treblynka. Los niños crecieron aterrorizados por las historias de muerte, sus memorias y vivieron en un constante duelo por gente que no conocían.

Yo tuve la suerte de crecer en un modelo de familia entre estas dos donde pudimos preguntar, obtener respuestas y no sentirnos aterrorizados ni traumatizados por ellas. 

¿Qué tipo de preguntas hacía?

Preguntábamos sobre el número tatuado en el brazo. Decían que era un teléfono. Cuando crecimos nos dimos cuenta que esos dígitos no eran teléfonos. 

Jugábamos a los soldados, Alemanes y Polacos. Nadie quería ser alemán y cuando preguntaba a mis padres cuántos alemanes habían matado en la guerra me contestaban que ninguno, pero que los alemanes habían matado a toda la familia. La perspectiva que yo tenía siendo un niño era clara, era obvio que de un momento a otro acabaría también en Auschwitz; todo el mundo iría a Auschwitz.

Mikołaj Grynberg (Varsovia, 1966) es fotógrafo, escritor y psicólogo. Ha publicado diversas compilaciones sobre la traumática herencia del Holocausto a través de los testimonios de supervivientes. Un brazo muerto del río es su primera obra de ficción y fue finalista del Premio Nike, uno de los más prestigiosos de la literatura polaca (Acantilado.es)

Colección: Narrativa del Acantilado, 379
Tema: Narrativa
Autor: Mikołaj Grynberg
Traductor: Maila Lema Quintana ISBN: 978-84-19958-05-1
Edición: 1ª
Encuadernación: Rústica cosida
Formato: 13 x 21 cm
Páginas: 144

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