Etgar Keret es el mejor escritor moderno en hebreo de relato breve. Vuelca todo su ingenio en un libro que verá pronto la luz en Israel, Autocorrector y que llegará a España en unos meses.
Su voz mezcla lo cotidiano con lo mágico, la identidad con la tragedia y las profundas emociones con lo absurdo. Sus relatos son tan breves como perfectos que dejan poso entre sus expectantes lectores en español.
Keret habla sobre sus primeros pasos como escritor, critica con dureza las nuevas olas de fundamentalismo ideológico que aspiran a boicotear la cultura de Israel tras el 7 de Octubre. Ha sacado fuerzas para regresar.
Nuestra realidad es tan distorsionada que el activismo se mide por tu capacidad de hacerle daño al que no piensa como tú y no en los logros de tu misión
Comencemos por el principio, ¿dónde estaba Etgar Keret cuando comenzó a escribir?
Soy el menor de tres hermanos, ellos estudiaban ciencias y yo los seguí, enfocándome en matemáticas y física, iba a ser ingeniero porque hacía lo que los veía hacer, de hecho, mi nota más baja en el bachillerato era la de expresión escrita. Los profesores siempre me decían que mis textos son muy privados y asociativos, y yo aceptaba su opinión sin problema.
Empecé a escribir durante mi servicio militar. En el ejército sufrí mucho la pérdida de lo individual, no poder opinar. La escritura tiene el componente de supervivencia. Uno entiende ahí que debe mantener silencio, no le puede dar eco a sus sentimientos. La ventaja de la escritura es que se queda entre tú y el papel, y no te vas a meter en problemas por expresarte.
De esta experiencia salió Tuberías (Siruela) estaba en el ejército, mi mejor amigo murió en mis brazos, no encajaba en el sistema y tenía que escribir para sobrevivir.
¿De qué forma cambió su relación con el mundo mediante la escritura?
Escribir era para mí como entrar en una catedral vacía y gritar, escuchando el eco, me daba la posibilidad de recordarme a mí mismo quién soy con mi propio eco. Es como la confesión para los católicos, un sitio en el cual puedes contar cosas personales sin pagar un precio por ello. Durante unos 3-4 años escribía todos los días, sin ninguna intención de publicar nada. Hacía 4 copias, para mi madre, hermanos, algún amigo cercano. Si a los 3-4 lectores les gustaba, eso era suficiente para mí.
¿Fue uno de esos cuatros lectores el motor que lo llevó a publicar después?
No, era más complejo que eso. En la universidad tenía una beca para un programa de estudios interdisciplinario, algo exclusivo, y estudié filosofía y matemáticas. En ese entonces escribía por las noches, así que llegaba siempre tarde a la universidad y estaban considerando quitarme la beca porque decían que estoy despreciando los estudios. Uno de mis profesores de filosofía y ética me preguntó por qué siempre llegaba tarde y le expliqué.
Me dijo que le diera varios de mis cuentos para que él me defienda diciendo que lo que estoy haciendo de noche es trabajo intelectual, porque los otros profesores pensaban que salía a bares todas las noches. Él lo pasó a un profesor de literatura que escribió un reporte diciendo que mis textos eran posmodernos y me dejaron seguir con la beca.
Seis meses después, ese profesor de literatura me preguntó si tenía más cuentos porque estaba haciendo una colección de relatos de jóvenes escritores, y así fue como se publicó mi primer libro de relatos.
¿Qué le dice ahora usted a sus estudiantes?
Que hay que llegar tarde a clases…
Con los años se ha convertido en un escritor admirado, a otros les dicen “Estás escribiendo al estilo Keret” ¿Conlleva responsabilidad?
Llegué a escribir desde el lugar en el cual no tienes que ser responsable. Soy hijo de dos sobrevivientes de la Shoá, la responsabilidad es algo significativo e importante. Por ejemplo, durante toda mi infancia no he llorado frente a mis padres. Mi madre vio como asesinaron a su madre y hermano. Siempre sentí que yo no tengo derecho de llorar. Para mí la escritura no es un sitio de responsabilidad, sino de libertad.
Mi hermana es ultraortodoxa, y ella habla mucho de las raíces, de que antes había menos gente en el mundo y todos tenían poderes, y al multiplicarse todo se fue derrumbando. Cualidades como la empatía y la consideración hacia los sentimientos del que se supone que es un oponente, para mi generación eran habituales y eso se reflejaba en la literatura y en el cine, ahora parecen cualidades raras y especiales.
Una de las cosas que decía mi madre era que en los buenos tiempos uno puede viajar haciendo autostop, en los malos vas caminando
7 de octubre, terror. Israel se paraliza por un ataque sin precedentes. Algunos escritores dicen que tras una desgracia colectiva como esta se estancan, no pueden crear, no pueden expresarse.
Los primeros dos meses no escribía nada. Soy una persona que sabe hacer pocas cosas, no conduzco bien, no sé cocinar, hacer cosas con las manos no se me dan bien. Antes eso me parecía incluso sexi, salía con chicas y ellas me tenían que recoger.
A partir de del 7 de octubre las cosas que hacían falta era justamente las que yo no sé hacer: conocimiento médico, cocinar, conducir. Rápidamente entendí que había personas que me necesitaban. Por ejemplo, un soldado amputado que quería contar su historia, un superviviente del festival Nova. Comencé a dar charlas a médicos y psiquiatras, a soldados en las fronteras.
Creo que durante el primer mes me entrevistaron para unos 40 periódicos, y en la mayoría me decían cosas como: “todos sabemos que Hamás no atacaron civiles…” mi móvil estaba lleno de videos de las barbaries de ese día, no había visto ninguno, pero tenía que poder mandarlo a las personas que me entrevistaban para que lo vean con sus propios ojos.
Me costó trabajo encontrar de nuevo mi voz interior. Cuando las cosas se equilibraron un poco comprendí que necesitaba encontrar esa voz. Mis padres, que había sobrevivido la Shoá, me daban todo tipo de consejos, nunca los había entendido antes del 7 de octubre. Una de las cosas que decía mi madre era que en los buenos tiempos uno puede viajar haciendo autostop, en los malos vas caminando.
Han pasado 7 meses desde el ataque, sigue habiendo rehenes en Gaza y la situación parece empeorar cada día para Israel y para Gaza.
Ahora mismo hay una situación de tiempo congelado por razones políticas, el gobierno de Netanyahu sabe que al acabar la guerra habrá elecciones, así que el frente de Gaza sigue abierto para servir sus intereses.
Constantemente dicen que Israel está a punto de ganar la guerra, pero nada avanza y eso impide también llegar a algún acuerdo en el norte de Israel donde tenemos una verdadera amenaza de Hezbollá. Si se llegara a un acuerdo para recuperar a las personas secuestradas y terminar la guerra en Gaza, el ejército se ocuparía del norte, donde hay 60 mil familias que llevan meses sin estar en sus casas. Pero los intereses de Israel no son los de este gobierno.
Su nuevo libro Autocorrector que se publica ahora en Israel y en España en unos meses por Siruela con traducción de Ana Bejerano leeremos un cuento escrito después del 7 de Octubre, ¿cómo le sigue influyendo esto en su creación?
Recuerdo que cuando mi madre hablaba de la Shoá, decía que otros se describen como una hojita pequeña de la punta de la rama del árbol gigante que representa la Shoá, pero ella no, ella es parte de la raíz de un arbusto que se conecta al árbol, pero en primer lugar es una raíz.
La estabilidad uno debe encontrarla en uno mismo, no en las narrativas medio histéricas que te rodean, las que sólo quieren simplificar las cosas porque consideran que no vas a entender la complejidad. Esa comprensión me llevó de regreso a la escritura y en el nuevo libro hay 2 relatos que escribí en los últimos meses.
Aunque mi mayor inspiración, y la más significativa, es la gente. En mi nuevo libro, Autocorrect hay un relato que sucede en la Ciudad de México durante el terremoto, por ejemplo. Eso lo escribí no porque leí literatura mexicana sino porque tengo un buen amigo que vive ahí y fue voluntario para rescatar gente de los escombros
¿Qué opina de los boicots que se ven ahora contra todo lo que es israelí?
Estamos viviendo una realidad en la cual la gente necesita compartir todo públicamente. Es decir que ahora no importan mis opiniones, porque yo soy de izquierda, y estoy llamando a la creación de un estado palestino desde hace 30 años. Esas personas no están en desacuerdo con mis opiniones, su problema es sólo que soy israelí, porque vivo aquí.
Antes el antisemitismo era un fenómeno específico, hoy es un odio radical sin ningún fundamento que se convirtió en algo estándar. Yo mismo hace dos años escribí en contra de los boicots a Rusia durante la guerra en Ucrania. Estuve en Italia y habían cancelado un evento por los 100 años a Dostoievski por la solidaridad con el pueblo ucraniano. La solidaridad se ha convertido en algo anti cultural.
Por ejemplo, si hoy me encuentro con un futbolero, no me interesaría saber si es de Real Madrid o del Barca, sino si cree que está bien morder al árbitro. En los tiempos que vivimos ahora, está bien morder si lo hace un jugador de tu equipo. Los detalles menores se han convertido en lo principal.
En los últimos 6 meses han muerto casi 2 mil israelíes, decenas de miles están desalojados de sus casas, decenas de miles de gazatíes han muerto, pero abre hoy los medios de comunicación y verás que la gente habla de “porqué Sara Netanyahu se hizo Photoshop en la foto del encuentro con los secuestrados”. Desde mi punto de vista, se puede disfrazar de Mickey Mouse para la foto, eso no es lo importante.
Volviendo a la literatura, escribe en muchos formatos: libros, guiones, canciones. ¿Cómo funciona? Cuando tiene una idea ¿ya sabe si va a ser algo leído o dicho por un actor?
Normalmente cuando me surge una idea, no sé en qué se va a transformar. Por ejemplo, suelo contarle a mi hijo que tengo una idea en la cual las personas que eran apáticos toda su vida, cuando mueren, sus almas estarán en una nevera… algo así, que cuando lo pienso, no tengo idea en qué se va a convertir.
En mi proceso de escribir no hay control, es un proceso de perder el control, a diferencia de mi vida en la cual sí me gusta tener el control.
Para mí escribir es como entrar en una habitación con una persona y ver qué pasa, quizá le daré un golpe con un palo, quizá me casaré con ella, quizá cantaremos juntos, ya veremos a donde llegaremos. En momentos tormentosos la escritura es un muy buen sitio para escucharte a ti mismo y entender qué es lo que sientes. Si me voy a sentar diciendo “voy a escribir un cuento para el Newyorker” me va a resultar difícil escuchar mi propia voz.
Por muy liberal que seas, si piensas que atacar un miembro del parlamento hace que el mundo sea un mejor lugar, no puedes ser mi amigo
Hay algo que siempre fascina a los lectores como son los límites de la escritura, ¿Cree que hay límites en el uso de humor?
No, ¿cuándo utilizamos reglas externas? Cuando no confiamos en nosotros mismos.
Cuando yo escribo, me conecto con el lugar más real, que puede ser embarazoso, deprimente o desagradable pero nunca será algo que no debe ser escuchado. Creo que cuando miramos las cosas terribles de la vida, son como una perversión de un verdadero sentimiento, pero no el sentimiento en sí.
Cuando estoy conectado conmigo mismo, digo lo que pienso y no dudo de ello. No son cosas que hago, no lastimo a nadie, son pensamientos que surgieron en mi cabeza
Nuestra realidad es tan distorsionada que el activismo se mide por tu capacidad de hacerle daño al que no piensa como tú y no en los logros de tu misión. Si me hubieras dicho hace 20 años que personas que defienden el planeta tierra en vez de amarrase a un árbol o nadar con ballenas, echarían sopa de tomate a la Mona Lisa, estaría sorprendido, ¿qué tiene que ver una cosa con la otra? La sopa tiene que ver con el calentamiento global igual que con la pederastia. Es decir, no tiene nada que ver.
Eso es el activismo hoy en día, decir que eres más listo que el otro y que no eres oprimido por el sistema. Por muy liberal que seas, si piensas que atacar un miembro del parlamento hace que el mundo sea un mejor lugar, no puedes ser mi amigo.
Bio
Etgar Keret, nacido en 1967 en Ramat Gan, Israel, es célebre por sus cuentos concisos, pero profundamente reveladores. Las narrativas de Keret, a menudo de no más de una página o dos, cautivan a los lectores en Israel y a los lectores en español con su mezcla de humor, surrealismo y profundidad emocional. Explora el amor y la identidad infundiendo su trabajo con empatía y comprensión en medio de los absurdos de la vida. Su voz literaria, caracterizada por la brevedad, el humor y la resonancia emocional, le ha valido un amplio reconocimiento, consolidándolo como una figura verdaderamente única e influyente en la literatura contemporánea.