Este libro aborda la presencia judía en Cuba a partir de 1492 hasta 1902 cuando la isla se convierte en una república independiente. Lo analizamos en Marom Connect Literatura.
Este libro aborda la presencia judía en Cuba a partir de 1492 hasta 1902 cuando la isla se convierte en una república independiente. La razón para llevar a cabo la investigación surge de la falta de datos e información sobre el tema. Varios historiadores modernos habían hecho referencias al elemento hebreo en la estructura socio económica del período colonial, pero no se tenía una publicación dedicada a compilar y comentar estas menciones. Era lógico pensar que si, como ha quedado demostrado por varios estudiosos como Anita Novinsky, Mario Eduardo Cohen, Seymour Liebman, Jane Gerber y Mordechai Arbell, entre otros, muchos judíos y judeoconversos escaparon de la inquisición viniendo a las Américas, el caribe, y Cuba en él, acogiera el primer contingente de criptojudíos salidos de los reinos hispánicos en busca de oportunidades económicas, pero también por mera sobrevivencia cultural, religiosa y personal.
En este sentido, el libro enfoca la presencia judía en la isla a partir la definición que de esta identidad existía en los siglos XV y XVI, basada, más que en la práctica estrictamente religiosa, en un legado ancestral – de linaje, como diría Fernando Ortiz- con raíces en la península ibérica. Entre los aspectos de interés que aborda este estudio se encuentra la inclusión de fragmentos de las crónicas de Bartolomé de Las Casas en las que se anotan los primeros contactos entre judíos y poblaciones taínas que fueron introducidas a la Ley de Moisés, una primera vez a través de uno de los expedicionarios que permaneció en La Española después del regreso de Colón en primer viaje y una segunda en la que un poblador de Cuba de apellido Cabrera relata cómo el anciano de una comunidad indígena le relató una versión de la historia bíblica de Noé.
Asimismo, también a través de Las Casas se conoce de los primeros “portugueses” que viajaron en la primera expedición colombina, en concreto un Juan Arias que venía en la nave de Martín Alonso Pinzón. Llamarle portugués equivale a judío en la medida en que la expulsión en el reino vecino no se produjo hasta 1497 lo que indica que el marino muy posiblemente fuera de origen judaico. De que quien no queda duda en esta dirección es en el caso de Luis de Torres a quien el cronista describe como que “había vivido con el Adelantado de Murcia y había sido judío”. De Torres fue el primer europeo que desembarcó en la isla y a quien se le atribuye el descubrimiento del tabaco pues regresó con uno de su encuentro con los nativos cubanos.
A partir de ahí, el texto avanza siglo a siglo hasta el XX, dando a conocer nuevos datos o poco conocidos acerca de la presencia judía en Cuba durante 410 años. Hasta este momento, se había estudiado con gran proliferación la comunidad hebrea cubana a partir de 1906 con el arribo de los sefardíes de Turquía, seguidos más tarde por los askenazíes del este de Europa, pero fuera menciones esporádicas, muy poco se conocía de los judaizantes, procesados por la inquisición, las relaciones entre los criptojudíos cubanos y sus correligionarios en las colonias holandesas, inglesas y francesas, o la llegada temprana a partir de 1881 de varias familias sefardíes desde Curazao. La libertad de credo se alcanzó en Cuba con el establecimiento de la primera Constitución en 1902, fruto de las escritas durante las guerras de independencia en 1868 y 1895.
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